Capítulo 17—Nicodemo
Este capítulo está basado en Juan 3:1-17.
Nicodemo ocupaba un puesto elevado y de confianza en la nación
judía. Era un hombre muy educado, y poseía talentos extraordinarios.
Era un renombrado miembro del concilio nacional. Como otros, ha-
bía sido conmovido por las enseñanzas de Jesús. Aunque rico, sabio
y honrado, se había sentido extrañamente atraído por el humilde
Nazareno. Las lecciones que habían caído de los labios del Salvador
le habían impresionado grandemente, y quería aprender más de estas
verdades maravillosas.
La autoridad que Cristo ejerciera al purificar el templo había
despertado el odio resuelto de los sacerdotes y gobernantes. Temían
el poder de este extraño. No habían de tolerar tanto atrevimiento
de parte de un obscuro galileo. Se proponían acabar con su obra.
Pero no estaban todos de acuerdo en este propósito. Algunos temían
oponerse a quien estaba tan evidentemente movido por el Espí-
ritu de Dios. Recordaban cómo los profetas habían sido muertos
por reprender los pecados de los dirigentes de Israel. Sabían que
la servidumbre de los judíos a una nación pagana era el resultado
de su terquedad en rechazar las reprensiones de Dios. Temían que
al maquinar contra Jesús, los sacerdotes y gobernantes estuviesen
siguiendo en los pasos de sus padres, y hubiesen de traer nuevas
calamidades sobre la nación. Nicodemo participaba de estos sen-
timientos. En un concilio del Sanedrín, cuando se consideraba la
conducta que se debía seguir para con Jesús, Nicodemo aconsejó
cautela y moderación. Hizo notar con insistencia que si Jesús estaba
realmente investido de autoridad de parte de Dios, sería peligroso
rechazar sus amonestaciones. Los sacerdotes no se atrevieron a des-
preciar este consejo, y por el momento no tomaron medidas abiertas
contra el Salvador.
Desde que oyera a Jesús, Nicodemo había estudiado ansiosamen-
te las profecías relativas al Mesías, y cuanto más las escudriñaba,
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