Capítulo 22—Encarcelamiento y muerte de Juan
Este capítulo está basado en Mateo 11:1-11; 14:1-11; Marcos
6:17-28; Lucas 7:19-28.
Juan El Bautista había sido el primero en proclamar el reino de
Cristo, y fué también el primero en sufrir. Desde el aire libre del
desierto y las vastas muchedumbres que habían estado suspensas
de sus palabras, pasó a quedar encerrado entre las murallas de una
mazmorra, encarcelado en la fortaleza de Herodes Antipas. En el
territorio que estaba al este del Jordán, que se hallaba bajo el dominio
de Antipas, había transcurrido gran parte del ministerio de Juan.
Herodes mismo había escuchado la predicación del Bautista. El
rey disoluto había temblado al oír el llamamiento a arrepentirse.
“Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, ... y
oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana.” Juan obró
fielmente con él, denunciando su unión inicua con Herodías, la
esposa de su hermano. Durante un tiempo, Herodes trató débilmente
de romper la cadena de concupiscencia que le ligaba; pero Herodías
le sujetó más firmemente en sus redes y se vengó del Bautista,
induciendo a Herodes a echarlo en la cárcel.
La vida de Juan había sido de labor activa, y la lobreguez e
inactividad de la cárcel le abrumaban enormemente. Mientras pasaba
semana tras semana sin traer cambio alguno, el abatimiento y la duda
fueron apoderándose de él. Sus discípulos no le abandonaron. Se
les permitía tener acceso a la cárcel, y le traían noticias de las obras
de Jesús y de cómo la gente acudía a él. Pero preguntaban por qué,
si ese nuevo maestro era el Mesías, no hacía algo para conseguir
la liberación de Juan. ¿Cómo podía permitir que su fiel heraldo
perdiese la libertad y tal vez la vida?
Estas preguntas no quedaron sin efecto. Sugirieron a Juan dudas
que de otra manera nunca se le habrían presentado. Satanás se rego-
cijaba al oír las palabras de esos discípulos, y al ver cómo lastimaban
el alma del mensajero del Señor. ¡Oh, con cuánta frecuencia los que
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