Capítulo 26—En Capernaúm
Durante los intervalos que transcurrían entre sus viajes de un
lugar a otro, Jesús moraba en Capernaúm, y esta localidad llegó a
ser conocida como “su ciudad.” Estaba a orillas del mar de Galilea,
y cerca de los confines de la hermosa llanura de Genesaret, si no en
realidad sobre ella.
La profunda depresión del lago da a la llanura que rodea sus
orillas el agradable clima del sur. Allí prosperaban en los días de
Cristo la palmera y el olivo; había huertos y viñedos, campos verdes
y abundancia de flores para matizarlos alegremente, todo regado por
arroyos cristalinos que brotaban de las peñas. Las orillas del lago y
los collados que lo rodeaban a corta distancia, estaban tachonados
de aldeas y pueblos. El lago estaba cubierto de barcos pesqueros.
Por todas partes, se notaba la agitación de una vida activa.
Capernaúm misma se prestaba muy bien para ser el centro de la
obra del Salvador. Como se encontraba sobre el camino de Damasco
a Jerusalén y Egipto y al mar Mediterráneo, era un punto de mucho
tránsito. Gente de muchos países pasaba por la ciudad, o quedaba
allí a descansar en sus viajes de un punto a otro. Allí Jesús podía
encontrarse con representantes de todas las naciones y de todas las
clases sociales, tanto ricos y encumbrados, como pobres y humildes,
y sus lecciones serían llevadas a otras naciones y a muchas familias.
Así se fomentaría la investigación de las profecías, la atención sería
atraída al Salvador, y su misión sería presentada al mundo.
A pesar de la acción del Sanedrín contra Jesús, la gente esperaba
ávidamente el desarrollo de su misión. Todo el cielo estaba con-
movido de interés. Los ángeles estaban preparando el terreno para
su ministerio, obrando en los corazones humanos y atrayéndolos al
Salvador.
En Capernaúm, el hijo del noble a quien Cristo había sanado
era un testigo de su poder. Y el oficial de la corte y su familia
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testificaban gozosamente de su fe. Cuando se supo que el Maestro
mismo estaba allí, toda la ciudad se conmovió. Multitudes acudieron
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