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El Deseado de Todas las Gentes
a su presencia. El sábado, la gente llenó la sinagoga a tal punto que
muchos no pudieron entrar.
Todos los que oían al Salvador “se maravillaban de su doctrina,
porque su palabra era con potestad.” “Porque les enseñaba como
quien tiene autoridad, y no como los escribas.
La enseñanza de los
escribas y ancianos era fría y formalista, como una lección aprendi-
da de memoria. Para ellos, la Palabra de Dios no tenía poder vital.
Habían substituído sus enseñanzas por sus propias ideas y tradi-
ciones. En la rutina de las ceremonias profesaban explicar la ley,
pero ninguna inspiración de Dios conmovía su corazón ni el de sus
oyentes.
Jesús no tenía nada que ver con los diversos temas de disen-
sión entre los judíos. Su obra era presentar la verdad. Sus palabras
derramaban raudales de luz sobre las enseñanzas de los patriarcas
y profetas, y presentaban las Escrituras a los hombres como una
nueva revelación. Nunca habían percibido sus oyentes tan profundo
significado en la Palabra de Dios.
Jesús se encontraba con la gente en su propio terreno, como
quien está familiarizado con sus perplejidades. Hacía hermosa la
verdad presentándola de la manera más directa y sencilla. Su len-
guaje era puro, refinado y claro como un arroyo cristalino. Su hablar
era como música para los que habían escuchado las voces monóto-
nas de los rabinos. Pero aunque su enseñanza era sencilla, hablaba
como persona investida de autoridad. Esta característica ponía su
enseñanza en contraste con la de todos los demás. Los rabinos ha-
blaban con duda y vacilación, como si se pudiese entender que las
Escrituras tenían un significado u otro exactamente opuesto. Los
oyentes estaban diariamente envueltos en mayor incertidumbre. Pero
al enseñar, Jesús presentaba las Escrituras como autoridad indudable.
Cualquiera que fuese su tema, lo exponía con poder, con palabras
incontrovertibles.
Sin embargo, era ferviente más bien que vehemente. Hablaba
como quien tenía un propósito definido que cumplir. Presentaba a
la vista las realidades del mundo eterno. En todo tema, revelaba
a Dios. Jesús procuraba romper el ensalmo de la infatuación que
mantiene a los hombres absortos en las cosas terrenales. Ponía las
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cosas de esta vida en su verdadera relación, como subordinadas a las
de interés eterno, pero no ignoraba su importancia. Enseñaba que