Página 245 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Leví Mateo
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sería vano. La verdad vital de Dios, como el vino en fermentación,
reventaría los viejos y decadentes odres de la tradición farisaica.
Los fariseos se creían demasiado sabios para necesitar instruc-
ción, demasiado justos para necesitar salvación, demasiado alta-
mente honrados para necesitar la honra que proviene de Cristo. El
Salvador se apartó de ellos para hallar a otros que quisieran reci-
bir el mensaje del cielo. En los pescadores sin instrucción, en los
publicanos de la plaza, en la mujer de Samaria, en el vulgo que le
oía gustosamente, halló sus nuevos odres para el nuevo vino. Los
instrumentos que han de ser usados en la obra del Evangelio son las
almas que reciben gustosamente la luz que Dios les manda. Son sus
agentes para impartir el conocimiento de la verdad al mundo. Si por
medio de la gracia de Cristo los suyos quieren llegar a ser nuevos
odres, los llenará con nuevo vino.
La enseñanza de Cristo, aunque representada por el nuevo vino,
no era una doctrina nueva, sino la revelación de lo que había sido
enseñado desde el principio. Pero para los fariseos la verdad de
Dios había perdido su significado y hermosura originales. Para ellos,
la enseñanza de Cristo era nueva en casi todo respecto, y no la
reconocían ni aceptaban.
Jesús señaló el poder que la falsa enseñanza tiene para destruir
el aprecio y el deseo de la verdad. “Ninguno—dijo él,—que bebiere
del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor.”
Toda la verdad que había sido dada al mundo por los patriarcas y los
profetas resplandecía con nueva belleza en las palabras de Cristo.
Pero los escribas y fariseos no deseaban el precioso vino nuevo.
Hasta que no se vaciasen de sus viejas tradiciones, costumbres y
prácticas, no tenían en su mente o corazón lugar para las enseñanzas
de Cristo. Se aferraban a las formas muertas, y se apartaban de la
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verdad viva y del poder de Dios
Esto ocasionó la ruina de los judíos y será la ruina de muchas
almas en nuestros tiempos. Miles están cometiendo el mismo error
que los fariseos a quienes Cristo reprendió en el festín de Mateo.
Antes que renunciar a alguna idea que les es cara, o descartar algún
ídolo de su opinión, muchos rechazan la verdad que desciende del
Padre de las luces. Confían en sí mismos y dependen de su propia
sabiduría, y no comprenden su pobreza espiritual. Insisten en ser
salvos de alguna manera por la cual puedan realizar alguna obra