Página 254 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Los que sostienen que Cristo abolió la ley, enseñan que violó el
sábado y justificó a sus discípulos en lo mismo. Así están asumiendo
la misma actitud que los cavilosos judíos. En esto contradicen el
testimonio de Cristo mismo, quien declaró: “Yo también he guar-
dado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor.
Ni el
Salvador ni sus discípulos violaron la ley del sábado. Cristo fué el
representante vivo de la ley. En su vida no se halló ninguna violación
de sus santos preceptos. Frente a una nación de testigos que bus-
caban ocasión de condenarle, pudo decir sin que se le contradijera:
“¿Quién de vosotros me convence de pecado?
El Salvador no había venido para poner a un lado lo que los
patriarcas y profetas habían dicho; porque él mismo había hablado
mediante esos hombres representativos. Todas las verdades de la
Palabra de Dios provenían de él. Estas gemas inestimables habían
sido puestas en engastes falsos. Su preciosa luz había sido empleada
para servir al error. Dios deseaba que fuesen sacadas de su marco
de error, y puestas en el de la verdad. Esta obra podía ser hecha
únicamente por una mano divina. Por su relación con el error, la
verdad había estado sirviendo la causa del enemigo de Dios y del
hombre. Cristo había venido para colocarla donde glorificase a Dios
y obrase la salvación de la humanidad.
“El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por
causa del sábado,” dijo Jesús. Las instituciones que Dios estableció
son para beneficio de la humanidad. “Todas las cosas son por vuestra
causa.” “Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida,
sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir; todo es vuestro; y
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vosotros de Cristo; y Cristo de Dios.
La ley de los diez manda-
mientos, de la cual el sábado forma parte, fué dada por Dios a su
pueblo como una bendición. “Mandónos Jehová—dijo Moisés—que
ejecutásemos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro
Dios, porque nos vaya bien todos los días, y para que nos dé vida,
como hoy.
Y mediante el salmista se dió este mensaje a Israel:
“Servid a Jehová con alegría: venid ante su acatamiento con regocijo.
Reconoced que Jehová él es Dios: él nos hizo, y no nosotros a noso-
tros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Entrad por
sus puertas con reconocimiento, por sus atrios con alabanza.
Y
acerca de todos los que guardan “el sábado de profanarlo,” el Señor