El sábado
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Cuando le preguntaron: “¿Es lícito curar en sábado?” Jesús
contestó “¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y
si cayere ésta en una fosa en sábado, no le eche mano, y la levante?
Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Así que, lícito es
en los sábados hacer bien.
Los espías no se atrevían a contestar a Jesús en presencia de la
multitud, por temor a meterse en dificultades. Sabían que él había
dicho la verdad. Más bien que violar sus tradiciones, estaban dispues-
tos a dejar sufrir a un hombre, mientras que aliviarían a un animal
por causa de la pérdida que sufriría el dueño si lo descuidaban. Así
manifestaban mayor cuidado por un animal que por el hombre, que
fué hecho a la imagen de Dios. Esto ilustra el resultado de todas
las religiones falsas. Tienen su origen en el deseo del hombre de
exaltarse por encima de Dios, pero llegan a degradar al hombre por
debajo del nivel de los brutos. Toda religión que combate la sobera-
nía de Dios, defrauda al hombre de la gloria que le fué concedida
en la creación, y que ha de serle devuelta en Cristo. Toda religión
falsa enseña a sus adeptos a descuidar los menesteres, sufrimientos
y derechos de los hombres. El Evangelio concede alto valor a la
humanidad como adquisición hecha por la sangre de Cristo, y enseña
a considerar con ternura las necesidades y desgracias del hombre.
El Señor dice: “Haré más precioso que el oro fino al varón, y más
que el oro de Ofir al hombre.
Cuando Jesús preguntó a los fariseos si era lícito hacer bien o
mal en sábado, salvar la vida o matar, les hizo confrontar sus propios
malos deseos. Con acerbo odio ellos deseaban matarle mientras él
estaba salvando vidas e impartiendo felicidad a muchedumbres. ¿Era
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mejor matar en sábado, según se proponían ellos hacer, que sanar a
los afligidos como lo había hecho él? ¿Era más justo tener homicidio
en el corazón en el día santo, que tener hacia todos un amor que se
expresara en hechos de misericordia?
Al sanar al hombre que tenía una mano seca, Jesús condenó
la costumbre de los judíos, y dejó al cuarto mandamiento tal cual
Dios lo había dado. “Lícito es en los sábados hacer bien,” declaró.
Poniendo a un lado las restricciones sin sentido de los judíos, honró
el sábado, mientras que los que se quejaban contra él deshonraban
el día santo de Dios.