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El Deseado de Todas las Gentes
El que estuvo al lado de la apesadumbrada madre cerca de la
puerta de Naín, vela con toda persona que llora junto a un ataúd.
Se conmueve de simpatía por nuestro pesar. Su corazón, que amó
y se compadeció, es un corazón de invariable ternura. Su palabra,
que resucitó a los muertos, no es menos eficaz ahora que cuando
se dirigió al joven de Naín. El dice: “Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra.
Ese poder no ha sido disminuído por
el transcurso de los años, ni agotado por la incesante actividad de
su rebosante gracia. Para todos los que creen en él, es todavía un
Salvador viviente.
Jesús cambió el pesar de la madre en gozo cuando le devolvió
su hijo; sin embargo, el joven no fué sino restaurado a esta vida
terrenal, para soportar sus tristezas, sus afanes, sus peligros, y para
volver a caer bajo el poder de la muerte. Pero Jesús consuela nuestra
tristeza por los muertos con un mensaje de esperanza infinita: “Yo
soy ... el que vivo, y he sido muerto; y he aquí que vivo por siglos de
siglos.... Y tengo las llaves del infierno y de la muerte.” “Así que, por
cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó
de lo mismo, para destruir por la muerte al que tenía el imperio de
la muerte, es a saber, al diablo, y librar a los que por el temor de la
muerte estaban por toda la vida sujetos a servidumbre.
Satanás no puede retener los muertos en su poder cuando el
Hijo de Dios les ordena que vivan. No puede retener en la muerte
espiritual a una sola alma que con fe reciba la palabra de poder
de Cristo. Dios dice a todos los que están muertos en el pecado:
“Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos.
Esa
palabra es vida eterna. Como la palabra de Dios, que ordenó al
primer hombre que viviera, sigue dándonos vida; como la palabra
de Cristo: “Mancebo, a ti digo, levántate,” dió la vida al joven de
Naín, así también aquella palabra: “Levántate de los muertos,” es
vida para el alma que la recibe. Dios “nos ha librado de la potestad
de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.
En su
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palabra, todo nos es ofrecido. Si la recibimos, tenemos liberación.
“Y si el Espíritu de Aquel que levantó de los muertos a Jesús
mora en vosotros, el que levantó a Cristo Jesús de los muertos, vivi-
ficará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora
en vosotros.” “Porque el mismo Señor con aclamación, con voz de
arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muer-