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El Deseado de Todas las Gentes
la mala palabra, el mal pensamiento, la transgresión de la ley de
Dios, y no la negligencia de las ceremonias externas ordenadas por
los hombres, lo que contamina a un hombre.
Los discípulos notaron la ira de los espías al ver desenmascarada
su falsa enseñanza. Vieron sus miradas airadas y oyeron las palabras
de descontento y venganza que murmuraban. Olvidándose de cuán
a menudo Cristo había dado pruebas de que leía el corazón como un
libro abierto, le hablaron del efecto de sus palabras. Esperando que
él conciliaría a los enfurecidos magistrados, dijeron a Jesús: “¿Sabes
que los fariseos oyendo esta palabra se ofendieron?”
El contestó: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será
desarraigada.” Las costumbres y tradiciones tan altamente apreciadas
por los rabinos eran de este mundo, no del cielo. Por grande que fuese
su autoridad sobre la gente, no podían soportar la prueba de Dios.
Cada invención humana que haya substituído los mandamientos de
Dios, resultará inútil en aquel día en que “Dios traerá toda obra a
juicio, el cual se hará sobre toda cosa oculta, buena o mala.
La substitución de los mandamientos de Dios por los preceptos
de los hombres no ha cesado. Aun entre los cristianos, se encuentran
instituciones y costumbres que no tienen mejor fundamento que la
tradición de los padres. Tales instituciones, al descansar sobre la
sola autoridad humana, han suplantado a las de creación divina. Los
hombres se aferran a sus tradiciones, reverencian sus costumbres
y alimentan odio contra aquellos que tratan de mostrarles su error.
En esta época, cuando se nos pide que llamemos la atención a los
mandamientos de Dios y la fe de Jesús, vemos la misma enemistad
que se manifestó en los días de Cristo. Acerca del último pueblo de
Dios, está escrito: “El dragón fué airado contra la mujer; y se fué a
hacer guerra contra los otros de la simiente de ella, los cuales guardan
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los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo.
Pero “toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarrai-
gada.” En lugar de la autoridad de los llamados padres de la iglesia,
Dios nos invita a aceptar la Palabra del Padre eterno, el Señor de los
cielos y la tierra. En ella sola se encuentra la verdad sin mezcla de
error. David dijo: “Más que todos mis enseñadores he entendido:
porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he
entendido, porque he guardado tus mandamientos.
Todos aquellos
que aceptan la autoridad humana, las costumbres de la iglesia, o las