Página 364 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 43—Barreras quebrantadas
Este capítulo está basado en Mateo 15:21-28; Marcos 7:24-36.
Después de su encuentro con los fariseos, Jesús se retiró de
Capernaúm, y cruzando Galilea, se fué a la región montañosa de los
confines de Fenicia. Mirando hacia el occidente, podía ver dispersas
por la llanura que se extendía abajo las antiguas ciudades de Tiro y
Sidón, con sus templos paganos, sus magníficos palacios y emporios
de comercio, y los puertos llenos de embarcaciones cargadas. Más
allá, se encontraba la expansión azul del Mediterráneo, por el cual los
mensajeros del Evangelio iban a llevar las buenas nuevas hasta los
centros del gran imperio mundial. Pero el tiempo no había llegado
todavía. La obra que le esperaba ahora consistía en preparar a sus
discípulos para su misión. Al venir a esa región, esperaba encontrar
el retraimiento que no había podido conseguir en Betsaida. Sin
embargo, éste no era su único propósito al hacer el viaje.
“He aquí una mujer cananea, que había salido de aquellos térmi-
nos, clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de
mí; mi hija es malamente atormentada del demonio.” Los habitantes
de esta región pertenecían a la antigua raza cananea. Eran idólatras,
despreciados y odiados por los judíos. A esta clase pertenecía la
mujer que ahora había venido a Jesús. Era pagana, y por lo tanto es-
taba excluída de las ventajas que los judíos disfrutaban diariamente.
Había muchos judíos que vivían entre los fenicios, y las noticias de
la obra de Cristo habían penetrado hasta esa región. Algunos de los
habitantes habían escuchado sus palabras, y habían presenciado sus
obras maravillosas. Esta mujer había oído hablar del profeta, quien,
según se decía, sanaba toda clase de enfermedades. Al oír hablar
de su poder, la esperanza había nacido en su corazón. Inspirada por
su amor maternal, resolvió presentarle el caso de su hija. Había re-
suelto llevar su aflicción a Jesús. El debía sanar a su hija. Ella había
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buscado ayuda en los dioses paganos, pero no la había obtenido. Y
a veces se sentía tentada a pensar: ¿Qué puede hacer por mí este
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