Capítulo 48—¿Quién es el mayor?
Este capítulo está basado en Mateo 17:22-27; 18:1-20; Marcos
9:30-50; Lucas 9:46-48.
Al volver a Capernaúm, Jesús no se dirigió a los lugares bien co-
nocidos donde había enseñado a la gente, sino que con sus discípulos
buscó silenciosamente la casa que había de ser su hogar provisorio.
Durante el resto de su estada en Galilea, se proponía instruir a los
discípulos más bien que trabajar por las multitudes.
Durante el viaje por Galilea, Cristo había procurado otra vez
preparar el ánimo de sus discípulos para las escenas que les espe-
raban. Les había dicho que debía subir a Jerusalén para morir y
resucitar. Y les había anunciado el hecho extraño y terrible de que
iba a ser entregado en manos de sus enemigos. Los discípulos no
comprendían todavía sus palabras. Aunque la sombra de un gran
pesar había caído sobre ellos, el espíritu de rivalidad subsistía en
su corazón. Disputaban entre sí acerca de quién sería el mayor en
el reino. Pensaban ocultar la disensión a Jesús, y no se mantenían
como de costumbre cerca de él, sino que permanecían rezagados, de
manera que él iba adelante de ellos cuando entraron en Capernaúm.
Jesús leía sus pensamientos y anhelaba aconsejarlos e instruirlos.
Pero esperó para ello una hora de tranquilidad, cuando estuviesen
con el corazón dispuesto a recibir sus palabras.
Poco después de llegar a la ciudad, el cobrador del impuesto
para el templo vino a Pedro preguntando: “¿Vuestro Maestro no
paga las dos dracmas?” Este tributo no era un impuesto civil, sino
una contribución religiosa exigida anualmente a cada judío para el
sostén del templo. El negarse a pagar el tributo sería considerado
como deslealtad al templo, lo que era en la estima de los rabinos
un pecado muy grave. La actitud del Salvador hacia las leyes ra-
bínicas, y sus claras reprensiones a los defensores de la tradición,
ofrecían un pretexto para acusarle de estar tratando de destruir el
servicio del templo. Ahora sus enemigos vieron una oportunidad
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