Página 42 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
ción. Por lo tanto, no quisieron recibir a su Redentor. Fué una señal
contradicha.
“Para que sean manifestados los pensamientos de muchos cora-
zones.” A la luz de la vida del Salvador, el corazón de cada uno, aun
desde el Creador hasta el príncipe de las tinieblas, será revelado. Sa-
tanás presentaba a Dios como un ser egoísta y opresor, que lo pedía
todo y no daba nada, que exigía el servicio de sus criaturas para su
propia gloria, sin hacer ningún sacrificio para su bien. Pero el don
de Cristo revela el corazón del Padre. Testifica que los pensamientos
de Dios hacia nosotros son “pensamientos de paz, y no de mal.
Declara que aunque el odio que Dios siente por el pecado es tan
fuerte como la muerte, su amor hacia el pecador es más fuerte que
la muerte. Habiendo emprendido nuestra redención, no escatima-
rá nada, por mucho que le cueste, de lo que sea necesario para la
terminación de su obra. No se retiene ninguna verdad esencial para
nuestra salvación, no se omite ningún milagro de misericordia, no
se deja sin empleo ningún agente divino. Se acumula un favor sobre
otro, una dádiva sobre otra. Todo el tesoro del cielo está abierto a
aquellos a quienes él trata de salvar. Habiendo reunido las riquezas
del universo, y abierto los recursos de la potencia infinita, lo entrega
todo en las manos de Cristo y dice: Todas estas cosas son para el
hombre. Usalas para convencerlo de que no hay mayor amor que el
mío en la tierra o en el cielo. Amándome hallará su mayor felicidad.
En la cruz del Calvario, el amor y el egoísmo se encontraron
frente a frente. Allí fué hecha su manifestación culminante. Cristo
había vivido tan sólo para consolar y bendecir, y al darle muerte, Sa-
tanás manifestó la perversidad de su odio contra Dios. Hizo evidente
que el propósito verdadero de su rebelión era destronar a Dios, y
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destruir a Aquel por quien el amor de Dios se manifestaba.
Por la vida y la muerte de Cristo, los pensamientos de los hom-
bres son puestos en evidencia. Desde el pesebre hasta la cruz, la vida
de Jesús fué una vocación de entrega de sí mismo, y de participación
en los sufrimientos. Reveló los propósitos de los hombres. Jesús
vino con la verdad del cielo, y todos los que escucharon la voz del
Espíritu Santo fueron atraídos a él. Los que se adoraban a sí mismos
pertenecían al reino de Satanás. En su actitud hacia Cristo, todos
iban a demostrar en qué lado estaban. Y así cada uno pronuncia
juicio sobre sí mismo.