Página 459 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 54—El buen Samaritano
Este capítulo está basado en Lucas 10:25-37.
EN LA historia del buen samaritano, Cristo ilustra la naturaleza
de la verdadera religión. Muestra que ésta no consiste en sistemas,
credos, o ritos, sino en la realización de actos de amor, en hacer el
mayor bien a otros, en la bondad genuina.
Mientras Cristo estaba enseñando a la gente, “he aquí, un doctor
de la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué
cosa poseeré la vida eterna?” Con expectante atención, la muche-
dumbre congregada esperó la respuesta. Los sacerdotes y rabinos
habían pensado enredar a Cristo induciendo al doctor de la ley a
dirigirle esta pregunta. Pero el Salvador no entró en controversia.
Exigió la respuesta al mismo interrogador. “¿Qué está escrito en la
ley?—dijo él—¿cómo lees?” Los judíos seguían acusando a Jesús
de tratar con liviandad la ley dada desde el Sinaí; pero él encauzó el
problema de la salvación hacia la observancia de los mandamientos
de Dios.
El doctor de la ley dijo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu
corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu
entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.” Jesús dijo: “Bien
has respondido: haz esto, y vivirás.”
El doctor de la ley no estaba satisfecho con la opinión y las obras
de los fariseos. Había estado estudiando las Escrituras con el deseo
de conocer su significado real. Tenía vital interés en el asunto, y
había preguntado con sinceridad: “¿Haciendo qué cosa poseeré la
vida eterna?” En su respuesta tocante a los requerimientos de la ley,
pasó por alto el cúmulo de preceptos ceremoniales y rituales. No les
atribuyó ningún valor, sino que presentó los dos grandes principios
de los cuales dependen la ley y los profetas. Esta respuesta, al ser
elogiada por Cristo, colocó al Salvador en un terreno ventajoso
frente a los rabinos. No podrían condenarle por haber sancionado lo
declarado por un expositor de la ley.
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