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El Deseado de Todas las Gentes
“Haz esto, y vivirás.” El samaritano había obedecido los dictados de
un corazón bondadoso y amante, y con esto había dado pruebas de
ser observador de la ley. Cristo le ordenó al doctor de la ley: “Ve,
y haz tú lo mismo.” Se espera que los hijos de Dios hagan, y no
meramente digan. “El que dice que está en él, debe andar como él
anduvo.
La lección no se necesita menos hoy en el mundo que cuando
salió de los labios de Jesús. El egoísmo y la fría formalidad casi
han extinguido el fuego del amor y disipado las gracias que podrían
hacer fragante el carácter. Muchos de los que profesan su nombre
han perdido de vista el hecho de que los cristianos deben representar
a Cristo. A menos que practiquemos el sacrificio personal para bien
de otros, en el círculo familiar, en el vecindario, en la iglesia, y
en dondequiera que podamos, cualquiera sea nuestra profesión, no
somos cristianos.
Cristo unió sus intereses con los de la humanidad, y nos pide
que nos identifiquemos con él para la salvación de la humanidad.
“De gracia recibisteis—dice él,—dad de gracia.
El pecado es el
mayor de todos los males, y debemos apiadarnos del pecador y ayu-
darle. Son muchos los que yerran y sienten su vergüenza y desatino.
Tienen hambre de palabras de aliento. Miran sus equivocaciones y
errores hasta que casi son arrojados a la desesperación. No debemos
descuidar estas almas. Si somos cristianos, no pasaremos de un lado,
manteniéndonos tan lejos como nos sea posible de aquellos que más
necesitan nuestra ayuda. Cuando veamos un ser humano en angustia,
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sea por la aflicción o por el pecado, nunca diremos: Esto no me
incumbe.
“Vosotros que sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de
mansedumbre.
Por la fe y la oración, haced retroceder el poder del
enemigo. Hablad palabras de fe y valor que serán como bálsamo sa-
nador para el golpeado y herido. Muchos son los que han desmayado
y están desanimados en la gran lucha de la vida, cuando una palabra
de bondadoso estímulo los hubiera fortalecido para vencer. Nunca
debemos pasar junto a un alma que sufre sin tratar de impartirle el
consuelo con el cual somos nosotros consolados por Dios.
Todo esto no es sino el cumplimiento del principio de la ley—el
principio ilustrado en la historia del buen samaritano y manifestado
en la vida de Jesús. Su carácter revela el verdadero significado de