Página 469 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Sin manifestación exterior
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El reino de Dios viene sin manifestación exterior. El Evangelio
de la gracia de Dios, con su espíritu de abnegación, no puede nunca
estar en armonía con el espíritu del mundo. Los dos principios son
antagónicos. “Mas el hombre animal no percibe las cosas que son
del Espíritu de Dios, porque le son locura: y no las puede entender,
porque se han de examinar espiritualmente.
Pero hoy hay en el mundo religioso multitudes que creen estar
trabajando para el establecimiento del reino de Cristo como dominio
temporal y terrenal. Desean hacer de nuestro Señor el Rey de los
reinos de este mundo, el gobernante de sus tribunales y campamen-
tos, de sus asambleas legislativas, sus palacios y plazas. Esperan que
reine por medio de promulgaciones legales, impuestas por autoridad
humana. Como Cristo no está aquí en persona, ellos mismos quieren
obrar en su lugar ejecutando las leyes de su reino. El establecimiento
de un reino tal es lo que los judíos deseaban en los días de Cristo.
Habrían recibido a Jesús si él hubiese estado dispuesto a establecer
un dominio temporal, a imponer lo que consideraban como leyes de
Dios, y hacerlos los expositores de su voluntad y los agentes de su
autoridad. Pero él dijo: “Mi reino no es de este mundo.
No quiso
aceptar el trono terrenal.
El gobierno bajo el cual Jesús vivía era corrompido y opresivo;
por todos lados había abusos clamorosos: extorsión, intolerancia
y crueldad insultante. Sin embargo, el Salvador no intentó hacer
reformas civiles, no atacó los abusos nacionales ni condenó a los
enemigos nacionales. No intervino en la autoridad ni en la adminis-
tración de los que estaban en el poder. El que era nuestro ejemplo
se mantuvo alejado de los gobiernos terrenales. No porque fuese
indiferente a los males de los hombres, sino porque el remedio no
consistía en medidas simplemente humanas y externas. Para ser
eficiente, la cura debía alcanzar a los hombres individualmente, y
debía regenerar el corazón.
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No por las decisiones de los tribunales o los consejos o asam-
bleas legislativas, ni por el patrocinio de los grandes del mundo,
ha de establecerse el reino de Cristo, sino por la implantación de
la naturaleza de Cristo en la humanidad por medio de la obra del
Espíritu Santo. “Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de
ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre: los cuales no
son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad