“Una cosa te falta”
475
celestial era un riesgo demasiado grande. Rechazó el ofrecimiento
de la vida eterna y se fué, y desde entonces el mundo había de recibir
su culto.
Millares están pasando por esta prueba y pesan a Cristo contra
el mundo; y muchos eligen el mundo. Como el joven príncipe, se
apartan del Salvador diciendo en su corazón: No quiero que este
hombre me dirija.
Se nos presenta el trato de Cristo con el joven como una lección
objetiva. Dios nos dió la regla de conducta que debe seguir cada uno
de sus siervos. Es la obediencia a su ley, no sólo una obediencia
legal, sino una obediencia que penetra en la vida y se ejemplifica
en el carácter. Dios fijó su propia norma de carácter para todos los
que quieren llegar a ser súbditos de su reino. Únicamente aquellos
que lleguen a ser colaboradores con Cristo, únicamente aquellos que
digan: Señor, todo lo que tengo y soy te pertenece, serán reconocidos
como hijos e hijas de Dios. Todos deben considerar lo que significa
desear el cielo, y sin embargo apartarse de él por causa de las con-
diciones impuestas. Pensemos en lo que significa decir
no
a Cristo.
El príncipe dijo: No, yo no puedo darte todo. ¿Decimos nosotros
lo mismo? El Salvador ofrece compartir con nosotros la obra que
Dios nos ha dado. Nos ofrece emplear los recursos que Dios nos ha
dado, para llevar a cabo su obra en el mundo. Únicamente así puede
salvarnos.
Los bienes del príncipe le habían sido confiados para que se
demostrase fiel mayordomo; tenía que administrar estos bienes para
beneficio de los menesterosos. También ahora confía Dios recursos
a los hombres, así como talentos y oportunidades, a fin de que sean
sus agentes para ayudar a los pobres y dolientes. El que emplea
como Dios quiere los bienes que le han sido confiados llega a ser
colaborador con el Salvador. Gana almas para Cristo, porque es
representante de su carácter.
[481]
A los que, como el joven príncipe, ocupan altos puestos de con-
fianza y tienen grandes posesiones, puede parecer un sacrificio de-
masiado grande el renunciar a todo a fin de seguir a Cristo. Pero ésta
es la regla de conducta para todos los que quieran llegar a ser sus
discípulos. No puede aceptarse algo que sea menos que la obedien-
cia. La entrega del yo es la substancia de las enseñanzas de Cristo.
Con frecuencia es presentada y ordenada en un lenguaje que parece