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El Deseado de Todas las Gentes
seguro. Multitudes están edificando hoy sobre fundamentos que no
han sido probados. Cuando caiga la lluvia, brame la tempestad y
vengan las crecientes, su casa caerá porque no está fundada sobre la
Roca eterna, la principal piedra del ángulo, Cristo Jesús.
“A aquellos que tropiezan en la palabra, siendo desobedientes,”
Cristo es una roca de escándalo. Pero “la piedra que desecharon
los que edificaban, ésta fué hecha por cabeza de esquina.” Como la
piedra rechazada, Cristo soportó en su misión terrenal el desdén y
el ultraje. Fué “despreciado y desechado entre los hombres, varón
de dolores, experimentado en quebranto: ... fué menospreciado, y
no lo estimamos.
Pero estaba cerca el tiempo en que había de
ser glorificado. Por su resurrección, había de ser “declarado Hijo
de Dios con potencia.
En su segunda venida, habría de revelarse
como Señor del cielo y de la tierra. Aquellos que estaban ahora por
crucificarle, tendrían que reconocer su grandeza. Ante el universo,
la piedra rechazada vendría a ser cabeza del ángulo.
“Y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.” El pueblo que re-
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chazó a Cristo, iba a ver pronto su ciudad y su nación destruídas. Su
gloria había de ser deshecha y disipada como el polvo delante del
viento. ¿Y qué destruyó a los judíos? Fué la roca que hubiera consti-
tuido su seguridad si hubiesen edificado sobre ella. Fué la bondad de
Dios que habían despreciado, la justicia que habían menospreciado,
la misericordia que habían descuidado. Los hombres se opusieron
resueltamente a Dios, y todo lo que hubiera sido su salvación fué su
ruina. Todo lo que Dios ordenó para que vivieran, les resultó causa
de muerte. En la crucifixión de Cristo por los judíos, estaba envuelta
la destrucción de Jerusalén. La sangre vertida en el Calvario fué el
peso que los hundió en la ruina para este mundo y el venidero. Así
será en el gran día final, cuando se pronuncie sentencia sobre los que
rechazan la gracia de Dios. Cristo, su roca de escándalo, les parecerá
entonces una montaña vengadora. La gloria de su rostro, que es vida
para los justos, será fuego consumidor para los impíos. Por causa del
amor rechazado, la gracia menospreciada, el pecador será destruído.
Mediante muchas ilustraciones y repetidas amonestaciones, Je-
sús mostró cuál sería para los judíos el resultado de rechazar al Hijo
de Dios. Por estas palabras, él se estaba dirigiendo a todos los que en
cada siglo rehusan recibirle como su Redentor. Cada amonestación
es para ellos. El templo profanado, el hijo desobediente, los falsos