Capítulo 66—Controversias
Este capítulo está basado en Mateo 22:15-46; Marcos 12:13-40;
Lucas 20:20-47.
Los sacerdotes y gobernantes habían escuchado en silencio las
acertadas reprensiones de Cristo. No podían refutar sus acusaciones,
pero estaban tanto más resueltos a entramparlo, y con ese objeto
le mandaron espías “que se simulasen justos, para sorprenderle en
palabras, para que le entregasen al principado y a la potestad del
presidente.” No le mandaron a los ancianos fariseos a quienes Jesús
había hecho frente muchas veces, sino a jóvenes, ardientes y celosos,
y a quienes, pensaban ellos, Cristo no conocía. Iban acompañados
por algunos herodianos, que debían oír las palabras de Cristo, a fin de
poder testificar contra él en su juicio. Los fariseos y los herodianos
habían sido acérrimos enemigos, pero estaban ahora unidos en la
enemistad contra Cristo.
Los fariseos se habían sentido siempre molestos bajo la exacción
del tributo por los romanos. Sostenían que el pago del tributo era
contrario a la ley de Dios. Pero ahora veían una oportunidad de ten-
der un lazo a Jesús. Los espías vinieron a él, con aparente sinceridad,
como deseosos de conocer su deber, y dijeron: “Maestro, sabemos
que dices y enseñas bien, y que no tienes respeto a persona; antes
enseñas el camino de Dios con verdad. ¿Nos es lícito dar tributo a
César, o no?”
Las palabras: “Sabemos que dices y enseñas bien,” habrían sido
una maravillosa admisión si hubiesen sido sinceras. Pero fueron
pronunciadas con el fin de engañar. Sin embargo, su testimonio
era verídico. Los fariseos sabían que Cristo hablaba y enseñaba
correctamente, y por su propio testimonio serán juzgados.
Los que interrogaban a Jesús pensaban que habían disfrazado
suficientemente su propósito; pero Jesús leía su corazón como un
libro abierto, y sondeó su hipocresía. “¿Por qué me tentáis?” dijo
dándoles así una señal que no habían pedido, al demostrarles que
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