“Estos mis hermanos pequeñitos”
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en regiones lejanas, una obra cuyos resultados serán tan abarcantes
como la eternidad.
Debido a que esta obra es descuidada, muchos jóvenes discí-
pulos no pasan nunca más allá del mero alfabeto de la experiencia
cristiana. Ayudando a los menesterosos, podrían haber mantenido
viva la luz que resplandeció en su corazón cuando Jesús les dijo:
“Tus pecados te son perdonados.” La inquieta energía que es con
tanta frecuencia una fuente de peligro para los jóvenes podría ser
encauzada en conductos por los cuales fluiría en raudales de bendi-
ción. Se olvidarían del yo en el trabajo ferviente destinado a hacer
bien a otros.
Los que sirvan a otros serán servidos por el príncipe de los
pastores. Ellos mismos beberán del agua de vida y serán satisfechos.
No desearán diversiones excitantes, o algún cambio en su vida. El
gran tema de su interés será cómo salvar las almas que están a punto
de perecer. El trato social será provechoso. El amor del Redentor
unirá los corazones.
Cuando comprendamos que somos colaboradores con Dios, no
pronunciaremos sus promesas con indiferencia. Arderán en nuestro
corazón y en nuestros labios. A Moisés, cuando le llamó a servir a
un pueblo ignorante, indisciplinado y rebelde, Dios le prometió: “Mi
rostro irá contigo, y te haré descansar.” Y dijo: “Yo seré contigo.
Esta promesa es hecha a todos los que trabajan en lugar de Cristo
por sus hijos afligidos y dolientes.
El amor hacia el hombre es la manifestación terrenal del amor
hacia Dios. El Rey de gloria vino a ser uno con nosotros, a fin
de implantar este amor y hacernos hijos de una misma familia. Y
cuando se cumplan las palabras que pronunció al partir: “Que os
améis los unos a los otros, como yo os he amado,
cuando amemos
al mundo como él lo amó, entonces se habrá cumplido su misión para
con nosotros. Estaremos listos para el cielo, porque lo tendremos en
nuestro corazón.
Pero “si dejares de librar los que son tomados para la muerte,
y los que son llevados al degolladero; si dijeres: Ciertamente no lo
supimos; ¿no lo entenderá el que pesa los corazones? El que mira
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por tu alma, él lo conocerá, y dará al hombre según sus obras.
En el gran día del juicio, los que no hayan trabajado para Cristo,
que hayan ido a la deriva pensando en sí mismos y cuidando de sí