Página 595 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 71—Un siervo de siervos
Este capítulo está basado en Lucas 22:7-18, 24; Juan 13:1-17.
EN EL aposento alto de una morada de Jerusalén, Cristo estaba
sentado a la mesa con sus discípulos. Se habían reunido para celebrar
la Pascua. El Salvador deseaba observar esta fiesta a solas con los
doce. Sabía que había llegado su hora; él mismo era el verdadero
cordero pascual, y en el día en que se comiera la pascua, iba a ser
sacrificado. Estaba por beber la copa de la ira; pronto iba a recibir
el bautismo final de sufrimiento. Pero le quedaban todavía algunas
horas de tranquilidad, y quería emplearlas para beneficio de sus
amados discípulos.
Toda la vida de Cristo había sido una vida de servicio abnegado.
La lección de cada uno de sus actos enseñaba que había venido
“no ... para ser servido, sino para servir.
Pero los discípulos no
habían aprendido todavía la lección. En esta última cena de Pascua,
Jesús repitió su enseñanza mediante una ilustración que la grabó
para siempre en su mente y corazón.
Las entrevistas de Jesús con sus discípulos eran generalmente
momentos de gozo sereno, muy apreciados por todos ellos. Las cenas
de Pascua habían sido momentos de especial interés, pero en esta
ocasión Jesús estaba afligido. Su corazón estaba apesadumbrado,
y una sombra descansaba sobre su semblante. Al reunirse con los
discípulos en el aposento alto, percibieron que algo le apenaba en
gran manera, y aunque no sabían la causa, simpatizaban con su pesar.
Mientras estaban reunidos en derredor de la mesa, dijo en tono
de conmovedora tristeza: “En gran manera he deseado comer con
vosotros esta pascua antes que padezca; porque os digo que no
comeré más de ella, hasta que se cumpla en el reino de Dios. Y
tomando el vaso, habiendo dado gracias, dijo: Tomad esto, y partidlo
entre vosotros; porque os digo, que no beberé más del fruto de la
vid, hasta que el reino de Dios venga.”
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