Un siervo de siervos
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pia y humillación. La mente queda vivificada para quebrantar toda
barrera que causó enajenamiento. Se ponen a un lado las palabras y
los pensamientos malos. Se confiesan y perdonan los pecados. La
subyugadora gracia de Cristo entra en el alma, y el amor de Cristo
acerca los corazones unos a otros en bienaventurada unidad.
A medida que se aprende así la lección del servicio preparatorio,
se enciende el deseo de vivir una vida espiritual más elevada. El
divino Testigo responderá a este deseo. El alma será elevada. Pode-
mos participar de la comunión con el sentimiento consciente de que
nuestros pecados están perdonados. El sol de la justicia de Cristo lle-
nará las cámaras de la mente y el templo del alma. Contemplaremos
al “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Para los que reciben el espíritu de este servicio, no puede nunca
llegar a ser una mera ceremonia. Su constante lección será: “Servíos
por amor los unos a los otros.
Al lavar los pies a sus discípulos,
Cristo dió evidencia de que haría, por humilde que fuera, cualquier
servicio que los hiciese herederos con él de la eterna riqueza del
tesoro del cielo. Sus discípulos, al cumplir el mismo rito, se compro-
meten asimismo a servir a sus hermanos. Dondequiera que este rito
se celebra debidamente, los hijos de Dios se ponen en santa relación,
para ayudarse y bendecirse unos a otros. Se comprometen a entregar
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su vida a un ministerio abnegado. Y esto no sólo unos por otros. Su
campo de labor es tan vasto como lo era el de su Maestro. El mundo
está lleno de personas que necesitan nuestro ministerio. Por todos
lados, hay pobres desamparados e ignorantes. Los que hayan tenido
comunión con Cristo en el aposento alto, saldrán a servir como él
sirvió.
Jesús, que era servido por todos, vino a ser siervo de todos. Y
porque ministró a todos, volverá a ser servido y honrado por todos.
Y los que quieren participar de sus atributos, y con él compartir el
gozo de ver almas redimidas, deben seguir su ejemplo de ministerio
abnegado.
Todo esto abarcaban las palabras de Cristo: “Ejemplo os he dado,
para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.” Tal era el
propósito del rito que él estableció. Y dice: “Si sabéis estas cosas,”
si conocéis el propósito de sus lecciones, “bienaventurados seréis, si
las hiciereis.”
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