Página 64 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
que habían presenciado. El Salvador no sentía atracción por esas
compañías.
Jesús esperaba dirigir la atención de José y María a las profecías
referentes a un Salvador que había de sufrir, mientras volviese solo
con ellos de Jerusalén. En el Calvario, trató de aliviar la pena de su
madre. En estos momentos también pensaba en ella. María había de
presenciar su última agonía, y Jesús deseaba que ella comprendiese
su misión, a fin de que fuese fortalecida para soportar la prueba
cuando la espada atravesara su alma. Así como Jesús había estado
separado de ella y ella le había buscado con pesar tres días, cuando
fuese ofrecido por los pecados del mundo, lo volvería a perder tres
días. Y cuando saliese de la tumba, su pesar se volvería a tornar en
gozo. ¡Pero cuánto mejor habría soportado la angustia de su muerte
si hubiese comprendido las Escrituras hacia las cuales trataba ahora
de dirigir sus pensamientos!
Si José y María hubiesen fortalecido su ánimo en Dios por la
meditación y la oración, podrían haberse dado cuenta del carácter
sagrado de su cometido, y no habrían perdido de vista a Jesús. Por la
negligencia de un día, perdieron de vista al Salvador; pero el hallarle
les costó tres días de ansiosa búsqueda. Por la conversación ociosa,
la maledicencia o el descuido de la oración, podemos en un día
perder la presencia del Salvador, y pueden requerirse muchos días
de pesarosa búsqueda para hallarle, y recobrar la paz que habíamos
perdido.
En nuestro trato mutuo, debemos tener cuidado de no olvidar a
Jesús, ni pasar por alto el hecho de que no está con nosotros. Cuando
nos dejamos absorber por las cosas mundanales de tal manera que
no nos acordamos de Aquel en quien se concentra nuestra esperanza
de vida eterna, nos separamos de Jesús y de los ángeles celestiales.
Estos seres santos no pueden permanecer donde no se desea la
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presencia del Salvador ni se nota su ausencia. Esta es la razón por la
cual existe con tanta frecuencia el desaliento entre los que profesan
seguir a Cristo.
Muchos asisten a los servicios religiosos, y se sienten refrige-
rados y consolados por la Palabra de Dios; pero por descuidar la
meditación, la vigilancia y la oración, pierden la bendición, y se ha-
llan más indigentes que antes de recibirla. Con frecuencia les parece