Página 66 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 9—Días de conflicto
Desde sus más tiernos años, el niño judío estaba rodeado por los
requerimientos de los rabinos. Había reglas rígidas para cada acto,
aun para los más pequeños detalles de la vida. Los maestros de la
sinagoga instruían a la juventud en los incontables reglamentos que
los israelitas ortodoxos debían observar. Pero Jesús no se interesaba
en esos asuntos. Desde la niñez, actuó independientemente de las
leyes rabínicas. Las Escrituras del Antiguo Testamento eran su cons-
tante estudio, y estaban siempre sobre sus labios las palabras: “Así
dice Jehová.”
A medida que empezó a comprender la condición del pueblo,
vió que los requerimientos de la sociedad y los de Dios estaban en
constante contradicción. Los hombres se apartaban de la Palabra de
Dios, y ensalzaban las teorías que habían inventado. Observaban
ritos tradicionales que no poseían virtud alguna. Su servicio era
una mera repetición de ceremonias; y las verdades sagradas que
estaban destinadas a enseñar eran ocultadas a los adoradores. El
vió que en estos servicios sin fe no hallaban paz. No conocían
la libertad de espíritu que obtendrían sirviendo a Dios en verdad.
Jesús había venido para enseñar el significado del culto a Dios, y
no podía sancionar la mezcla de los requerimientos humanos con
los preceptos divinos. El no atacaba los preceptos ni las prácticas
de los sabios maestros; pero cuando se le reprendía por sus propias
costumbres sencillas presentaba la Palabra de Dios en justificación
de su conducta.
De toda manera amable y sumisa, Jesús procuraba agradar a
aquellos con quienes trataba. Porque era tan amable y discreto, los
escribas y ancianos suponían que recibiría fácilmente la influencia
de su enseñanza. Le instaban a recibir las máximas y tradiciones
que habían sido transmitidas desde los antiguos rabinos, pero él
pedía verlas autorizadas en la Santa Escritura. Estaba dispuesto a
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escuchar toda palabra que procede de la boca de Dios; pero no podía
obedecer a lo inventado por los hombres. Jesús parecía conocer las
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