Página 667 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

Basic HTML Version

Capítulo 77—En el tribunal de Pilato
Este capítulo está basado en Mateo 27:2, 11-31; Marcos 15:1-20;
Lucas 23:1-25; Juan 18:28-40; 19:1-16.
EN EL tribunal de Pilato, el gobernador romano, Cristo estaba
atado como un preso. En derredor de él estaba la guardia de soldados,
y el tribunal se llenaba rápidamente de espectadores. Afuera, cerca
de la entrada, estaban los jueces del Sanedrín, los sacerdotes, los
príncipes, los ancianos y la turba.
Después de condenar a Jesús, el concilio del Sanedrín se había
dirigido a Pilato para que confirmase y ejecutase la sentencia. Pero
estos funcionarios judíos no querían entrar en el tribunal romano.
Según su ley ceremonial, ello los habría contaminado y les habría
impedido tomar parte en la fiesta de la Pascua. En su ceguera, no
veían que el odio homicida había contaminado sus corazones. No
veían que Cristo era el verdadero Cordero pascual, y que, por haberle
rechazado, para ellos la gran fiesta había perdido su significado.
Cuando el Salvador fué llevado al tribunal, Pilato le miró con
ojos nada amistosos. El gobernador romano había sido sacado con
premura de su dormitorio, y estaba resuelto a despachar el caso tan
pronto como fuese posible. Estaba preparado para tratar al preso con
rigor. Asumiendo su expresión más severa, se volvió para ver qué
clase de hombre tenía que examinar, por el cual había sido arrancado
al descanso en hora tan temprana. Sabía que debía tratarse de alguno
a quien las autoridades judías anhelaban ver juzgado y castigado
apresuradamente.
Pilato miró a los hombres que custodiaban a Jesús, y luego su
mirada descansó escrutadoramente en Jesús. Había tenido que tratar
con toda clase de criminales; pero nunca antes había comparecido
ante él un hombre que llevase rasgos de tanta bondad y nobleza. En
su cara no vió vestigios de culpabilidad, ni expresión de temor, ni
audacia o desafío. Vió a un hombre de porte sereno y digno, cuyo
663