Capítulo 78—El Calvario
Este capítulo está basado en Mateo 27:31-53; Marcos 15:20-38;
Lucas 23:26-46; Juan 19:16-30.
“Y como vinieron al lugar que se llama de la Calavera, le cruci-
ficaron allí.”
“Para santificar al pueblo por su propia sangre,” Cristo “padeció
fuera de la puerta.
Por la transgresión de la ley de Dios, Adán y Eva
fueron desterrados del Edén. Cristo, nuestro substituto, iba a sufrir
fuera de los límites de Jerusalén. Murió fuera de la puerta, donde
eran ejecutados los criminales y homicidas. Rebosan de significado
las palabras: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho
por nosotros maldición.
Una vasta multitud siguió a Jesús desde el pretorio hasta el
Calvario. Las nuevas de su condena se habían difundido por toda
Jerusalén, y acudieron al lugar de su ejecución personas de todas
clases y jerarquías. Los sacerdotes y príncipes se habían comprome-
tido a no molestar a los seguidores de Cristo si él les era entregado,
así que los discípulos y creyentes de la ciudad y región circundante
pudieron unirse a la muchedumbre que seguía al Salvador.
Al cruzar Jesús la puerta del atrio del tribunal de Pilato, la cruz
que había sido preparada para Barrabás fué puesta sobre sus hombros
magullados y ensangrentados. Dos compañeros de Barrabás iban a
sufrir la muerte al mismo tiempo que Jesús, y se pusieron también
cruces sobre ellos. La carga del Salvador era demasiado pesada para
él en su condición débil y doliente. Desde la cena de Pascua que
tomara con sus discípulos, no había ingerido alimento ni bebida. En
el huerto de Getsemaní había agonizado en conflicto con los agentes
satánicos. Había soportado la angustia de la entrega, y había visto
a sus discípulos abandonarle y huir. Había sido llevado a Annás,
luego a Caifás y después a Pilato. De Pilato había sido enviado a
Herodes, luego de nuevo a Pilato. Las injurias habían sucedido a
las injurias, los escarnios a los escarnios; Jesús había sido flagelado
[691]
681