Página 725 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“El señor ha resucitado”
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tumbas, y cuando él resucitó salieron con él. Eran aquellos que
habían sido colaboradores con Dios y que, a costa de su vida, habían
dado testimonio de la verdad. Ahora iban a ser testigos de Aquel
que los había resucitado.
Durante su ministerio, Jesús había dado la vida a algunos muer-
tos. Había resucitado al hijo de la viuda de Naín, a la hija del príncipe
y a Lázaro. Pero éstos no fueron revestidos de inmortalidad. Después
de haber sido resucitados, estaban todavía sujetos a la muerte. Pero
los que salieron de la tumba en ocasión de la resurrección de Cristo
fueron resucitados para vida eterna. Ascendieron con él como tro-
feos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro. Estos, dijo Cristo,
no son ya cautivos de Satanás; los he redimido. Los he traído de la
tumba como primicias de mi poder, para que estén conmigo donde
yo esté y no vean nunca más la muerte ni experimenten dolor.
Estos entraron en la ciudad y aparecieron a muchos declarando:
Cristo ha resucitado de los muertos, y nosotros hemos resucitado
con él. Así fué inmortalizada la sagrada verdad de la resurrección.
Los santos resucitados atestiguaron la verdad de las palabras: “Tus
muertos vivirán; junto con mi cuerpo muerto resucitarán.” Su resu-
rrección ilustró el cumplimiento de la profecía: “¡Despertad y cantad,
moradores del polvo! porque tu rocío, cual rocío de hortalizas; y la
tierra echará los muertos.
Para el creyente, Cristo es la resurrección y la vida. En nuestro
Salvador, la vida que se había perdido por el pecado es restaurada;
porque él tiene vida en sí mismo para vivificar a quienes él quiera.
Está investido con el derecho de dar la inmortalidad. La vida que él
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depuso en la humanidad, la vuelve a tomar y la da a la humanidad.
“Yo he venido—dijo—para que tengan vida, y para que la tengan en
abundancia.” “El que bebiere del agua que yo le daré, para siempre
no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de
agua que salte para vida eterna.” “El que come mi carne y bebe mi
sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero.
Para el creyente, la muerte es asunto trivial. Cristo habla de ella
como si fuera de poca importancia. “El que guardare mi palabra,
no verá muerte para siempre,” “no gustará muerte para siempre,”
Para el cristiano, la muerte es tan sólo un sueño, un momento de
silencio y tinieblas. La vida está oculta con Cristo en Dios y “cuando