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El Deseado de Todas las Gentes
alguna la obra de Pedro. El futuro de Juan, tanto como el de Pedro,
estaba en las manos de su Señor. El deber requerido de cada uno de
ellos era que le obedeciesen siguiéndole.
¡Cuántos son hoy semejantes a Pedro! Se interesan en los asuntos
de los demás, y anhelan conocer su deber mientras que están en
peligro de descuidar el propio. Nos incumbe mirar a Cristo y seguirle.
Veremos errores en la vida de los demás y defectos en su carácter.
La humanidad está llena de flaquezas. Pero en Cristo hallaremos
perfección. Contemplándole, seremos transformados.
Juan vivió hasta ser muy anciano. Presenció la destrucción de
Jerusalén y la ruina del majestuoso templo, símbolo de la ruina
final del mundo. Hasta sus últimos días, Juan siguió de cerca a su
Señor. El pensamiento central de su testimonio a las iglesias era:
“Carísimos, amémonos unos a otros;” “el que vive en amor, vive en
Dios, y Dios en él.
Pedro había sido restaurado a su apostolado, pero la honra y la
autoridad que recibió de Cristo no le dieron supremacía sobre sus
hermanos. Cristo dejó bien sentado esto cuando en contestación a la
pregunta de Pedro: “¿Y éste, qué?” había dicho: “¿Qué a ti? Sígueme
tú.” Pedro no había de ser honrado como cabeza de la iglesia. El
favor que Cristo le había manifestado al perdonarle su apostasía y
al confiarle la obra de apacentar el rebaño, y la propia fidelidad de
Pedro al seguir a Cristo, le granjearon la confianza de sus hermanos.
Tuvo mucha influencia en la iglesia. Pero la lección que Cristo le
había enseñado a orillas del mar de Galilea, la conservó Pedro toda
su vida. Escribiendo por el Espíritu Santo a las iglesias, dijo:
“Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano
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también con ellos, y testigo de las aflicciones de Cristo, que soy
también participante de la gloria que ha de ser revelada: Apacentad
la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella, no
por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino
de un ánimo pronto; y no como teniendo señorío sobre las heredades
del Señor, sino siendo dechados de la grey. Y cuando apareciere el
Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible
de gloria.
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