De nuevo a orillas del mar
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de veras a su Señor. Jesús dijo: “Cuando eras más mozo, te ceñías,
e ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus
manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. Y esto dijo,
dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios.”
Jesús dió entonces a conocer a Pedro la manera en que habría
de morir. Hasta predijo que serían extendidas sus manos sobre la
cruz. Volvió a ordenar a su discípulo: “Sígueme.” Pedro no quedó
desalentado por la revelación. Estaba dispuesto a sufrir cualquier
muerte por su Señor.
Hasta entonces Pedro había conocido a Cristo según la carne,
como muchos le conocen ahora; pero ya no había de quedar así limi-
tado. Ya no le conocía como le había conocido en su trato con él en
forma humana. Le había amado como hombre, como maestro envia-
do del cielo; ahora le amaba como Dios. Había estado aprendiendo
la lección de que para él Cristo era todo en todo. Ahora estaba pre-
parado para participar de la misión de sacrificio de su Señor. Cuando
por fin fué llevado a la cruz, fué, a petición suya, crucificado con la
cabeza hacia abajo. Pensó que era un honor demasiado grande sufrir
de la misma manera en que su Maestro había sufrido.
Para Pedro la orden “Sígueme” estaba llena de instrucción. No
sólo para su muerte fué dada esta lección, sino para todo paso de su
vida. Hasta entonces Pedro había estado inclinado a obrar indepen-
dientemente. Había procurado hacer planes para la obra de Dios en
vez de esperar y seguir el plan de Dios. Pero él no podía ganar nada
apresurándose delante del Señor. Jesús le ordena: “Sígueme.” No
corras delante de mí. Así no tendrás que arrostrar solo las huestes
de Satanás. Déjame ir delante de ti, y entonces no serás vencido por
el enemigo.
Mientras Pedro andaba al lado de Jesús, vió que Juan los estaba
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siguiendo. Le dominó el deseo de conocer su futuro, y “dice a Jesús:
Señor, ¿y éste, qué? Dícele Jesús: Si quiero que él quede hasta que
yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.” Pedro debiera haber considerado
que su Señor quería revelarle todo lo que le convenía saber. Es deber
de cada uno seguir a Cristo sin preocuparse por la tarea asignada a
otros. Al decir acerca de Juan: “Si quiero que él quede hasta que yo
venga,” Jesús no aseguró que este discípulo habría de vivir hasta la
segunda venida del Señor. Aseveró meramente su poder supremo, y
que si él quisiera que fuese así, ello no habría de afectar en manera