Página 748 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
que Jesús le ordenaba hacer ahora. Había sido preparado para ella
por el sufrimiento y el arrepentimiento que había experimentado.
Antes de su caída, Pedro había tenido la costumbre de hablar
inadvertidamente, bajo el impulso del momento. Siempre estaba
listo para corregir a los demás, para expresar su opinión, antes de
tener una comprensión clara de sí mismo o de lo que tenía que decir.
Pero el Pedro convertido era muy diferente. Conservaba su fervor
anterior, pero la gracia de Cristo regía su celo. Ya no era impetuoso,
confiado en sí mismo, ni vanidoso, sino sereno, dueño de sí y dócil.
Podía entonces alimentar tanto a los corderos como a las ovejas del
rebaño de Cristo.
La manera en que el Salvador trató a Pedro encerraba una lec-
ción para él y sus hermanos. Les enseñó a tratar al transgresor con
paciencia, simpatía y amor perdonador. Aunque Pedro había negado
a su Señor, el amor de Jesús hacia él no vaciló nunca. Un amor tal
debía sentir el subpastor por las ovejas y los corderos confiados a
su cuidado. Recordando su propia debilidad y fracaso, Pedro debía
tratar con su rebaño tan tiernamente como Cristo le había tratado a
él.
La pregunta que Cristo había dirigido a Pedro era significativa.
Mencionó sólo una condición para ser discípulo y servir. “¿Me
amas?” dijo. Esta es la cualidad esencial. Aunque Pedro poseyese
todas las demás, sin el amor de Cristo no podía ser pastor fiel sobre
el rebaño del Señor. El conocimiento, la benevolencia, la elocuencia,
la gratitud y el celo son todos valiosos auxiliares en la buena obra;
pero sin el amor de Jesús en el corazón, la obra del ministro cristiano
fracasará seguramente.
Jesús anduvo a solas con Pedro un rato, porque había algo que
deseaba comunicarle a él solo. Antes de su muerte, Jesús le había
dicho: “Donde yo voy, no me puedes ahora seguir; mas me seguirás
después.” A esto Pedro había contestado: “Señor, ¿por qué no te
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puedo seguir ahora? mi alma pondré por ti.
Cuando dijo esto, no
tenía noción de las alturas y profundidades a las cuales le iban a
conducir los pies de Cristo. Pedro había fracasado cuando vino la
prueba, pero volvía a tener oportunidad de probar su amor hacia
Cristo. A fin de que quedase fortalecido para la prueba final de su fe,
el Salvador le reveló lo que le esperaba. Le dijo que después de vivir
una vida útil, cuando la vejez le restase fuerzas, habría de seguir