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Capítulo 14—Nuestros hijos y jóvenes exigen
nuestro cuidado
Ha sido por completo demasiado escasa la atención prestada a nues-
tros niños y jóvenes, y ellos no han alcanzado a desarrollarse como
debieran en la vida cristiana, porque los miembros de la iglesia no los
han considerado con ternura y simpatía, deseando que progresasen
en la vida divina.
En nuestras iglesias grandes podría haberse hecho muchísimo
para los jóvenes. ¿Recibirán ellos menos labor especial; se les ofre-
cerán menos incentivos a llegar a ser cristianos adultos—hombres
y mujeres en Cristo Jesús—de lo que se les ofrece en las denomi-
naciones que abandonaron por amor a la verdad? ¿Se les dejará ir
al garete, de aquí para allá, desalentarse y caer en las tentaciones
que asechan por doquiera para entrampar sus pies incautos? Si ellos
yerran, y pierden la firmeza de su integridad, ¿habrán de censurarlos,
criticarlos y exagerar sus fracasos los miembros de la iglesia que
fueron descuidados en cuidar a los corderos? ¿Se habla de sus faltas
y se las expone a otros, mientras se los abandona en el desaliento y
la desesperación?
La obra que más de cerca les toca a los miembros de nuestras
iglesias es interesarse por sus jóvenes, porque necesitan bondad,
paciencia, ternura, renglón sobre renglón, precepto sobre precepto.
¡Oh! ¿dónde están los padres y las madres de Israel? Debería haber
muchos dispensadores de la gracia de Cristo, para que se sintiera
no solamente un interés casual por los jóvenes, sino un interés es-
pecial. Debiera haber personas cuyo corazón se conmoviese por la
condición lastimera en la cual están colocados nuestros jóvenes, y
comprendiesen que Satanás está obrando por todo medio concebible
para atraerlos a su red.
Dios requiere que su iglesia despierte de su letargo, y vea la
clase de servicio que se le exige en este tiempo de peligro. Debe
apacentar los corderos del rebaño. El Señor del cielo está mirando
para ver quién hace la obra que él quisiera ver hecha en favor de los
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