Página 115 - La Educaci

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Nuestros hijos y jóvenes exigen nuestro cuidado
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Contesto: No; muy enfáticamente, no. ¿Qué selección podremos
hacer entre ellos? ¿Cómo podríamos decir quiénes serían los más
promisorios, y quién prestaría el mejor servicio a Dios? En nuestro
juicio sólo podríamos mirar la apariencia exterior, como Samuel
cuando fué enviado para hallar al ungido del Señor. Cuando los
nobles hijos de Isaí pasaron delante de él, su ojo descansó sobre
el hermoso rostro y la imponente estatura del mayor, y le pareció
que el ungido de Dios estaba delante de él. Pero el Señor le dijo:
“No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo
lo desecho; porque Jehová mira no lo que el hombre mira; pues
que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, más Jehová
mira el corazón”. Dios no quiso aceptar a ninguno de aquellos hijos
de Isaí de noble aspecto. Pero cuando David, el menor, un simple
adolescente, fué llamado del campo, y pasó delante de Samuel, el
Señor le dijo: “Levántate y úngelo, que éste es”.
1 Samuel 16:7, 12
.
¿Quién puede señalar al miembro de una familia que resultará
eficiente en la obra de Dios? Debe haber educación general para
todos sus miembros, y todos nuestros jóvenes deben poder recibir las
bendiciones y los privilegios de una educación en nuestras escuelas,
a fin de que sean inspirados a ser obreros juntamente con Dios.
Todos la necesitan, a fin de poder ser útiles y preparados para los
puestos de responsabilidad en la vida privada y pública. Hay una
gran necesidad de hacer planes para que haya un gran número de
obreros competentes, y muchos deben prepararse como maestros, a
fin de que otros puedan ser preparados y disciplinados para la gran
obra del futuro.
Un fondo para la obra escolar
La iglesia debe percatarse de la situación, y por su influencia y
recursos procurar alcanzar este fin tan deseado. Créese un fondo para
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contribuciones generosas para el establecimiento de escuelas que
lleven adelante la obra educativa. Necesitamos hombres bien prepa-
rados, bien educados, para trabajar en interés de las iglesias. Deben
presentar el hecho de que no podemos confiar nuestros jóvenes a
los seminarios y colegios establecidos por otras denominaciones;
debemos reunirlos en nuestras escuelas, donde no se descuidará su
preparación religiosa.