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La Educación Cristiana
padres, maestros y miembros de las iglesias, en cuanto a hacer su
parte cooperando con Dios, es mayor de lo que puede expresarse en
palabras.
Preparar a los jóvenes para que lleguen a ser fieles soldados del
Señor Jesucristo es la obra más noble que haya sido confiada alguna
vez al hombre. Únicamente deben ser escogidos como maestros de
las escuelas de iglesia hombres y mujeres devotos y consagrados,
que amen a los niños y puedan ver en ellos almas que tienen que
salvarse para el Maestro. Los maestros que estudian la Palabra de
Dios como se debe sabrán algo del valor de las almas confiadas a
su cuidado, y de ellos recibirán los niños una verdadera educación
cristiana.
En las escenas finales de la historia de esta tierra, muchos de
estos niños y jóvenes asombrarán a la gente por su testimonio de
la verdad, que darán con sencillez, pero con espíritu y poder. Se
les habrá enseñado el temor de Jehová y su corazón habrá sido
enternecido por un estudio cuidadoso de la Biblia, acompañado
de oración. En el cercano futuro, muchos niños serán dotados del
Espíritu de Dios, y harán en la proclamación de la verdad al mundo,
una obra que en aquel entonces no podrán hacer los miembros
adultos.
El Señor quiere usar a la escuela de iglesia para ayudar a los
padres en la educación y preparación de sus hijos para el tiempo que
nos espera. Por lo tanto, dedíquese la iglesia con fervor a la obra de
esta escuela, y haga de ella lo que el Señor quiere que sea.
No podemos permitir que se separe la preparación espiritual de la
intelectual. Bien pueden los padres temer la grandeza intelectual para
sus hijos, a menos que sea equilibrada por un conocimiento de Dios
y sus caminos. Esto forma la base de todo verdadero conocimiento.
En lugar de una rivalidad profana en busca de honores terrenales,
sientan nuestros estudiantes la más alta ambición de salir de su vida
escolar como misioneros para Dios, educadores que enseñarán lo
que han aprendido. Los estudiantes que salgan de la escuela con
este propósito, atraerán a Cristo no solamente a hombres y mujeres,
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sino también a niños y jóvenes. Harán en el mundo una obra que no
podrá ser contrarrestada por todas las potestades del mal.
Maestros, despertad y ved vuestras responsabilidades, vuestros
privilegios. Bien podéis preguntar: “¿Quién basta para estas cosas?”