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La Educación Cristiana
colocándose los maestros en el canal de luz donde el Señor pueda
usarlos como agentes para reflejar su propia semejanza de carácter.
Los estudiantes pueden saber que, en sus instructores temerosos de
Dios, tienen ayudantes en cada hora para grabar en los corazones de
los niños las valiosas lecciones impartidas.
El Señor obra por medio de todo maestro consagrado; y conviene
a los intereses del maestro que así lo comprenda. Los instructores
que están bajo la disciplina de Dios, reciben gracia, verdad y luz por
el Espíritu Santo para comunicarlas a su vez a los niños. Están bajo
el mayor Maestro que el mundo haya conocido, y cuán impropio
sería que ellos tuviesen un espíritu cruel, una voz aguda, llena de
irritación. Con esto perpetuarían sus propios defectos en los niños.
¡Ojalá hubiese una clara percepción de lo que podríamos lograr
si aprendiésemos de Jesús! Las fuentes de la paz y el gozo celes-
tiales, revelados en el alma del maestro por las palabras mágicas
de la inspiración llegarán a ser un poderoso río de influencia, que
beneficiará a todos los que se relacionen con él.
No penséis que la Biblia llegará a ser un libro cansador para los
niños. Bajo un instructor sabio, la Palabra llegará a ser más y más
deseable. Será para ellos como el pan de vida, y nunca envejecerá.
Hay en ella una frescura y belleza que atraen y encantan a los niños
y jóvenes. Es como el sol resplandeciente sobre la tierra, que da su
brillo y calor, sin agotarse nunca. Por las lecciones que se desprenden
de la historia y la doctrina contenidas en la Biblia, los niños y los
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jóvenes pueden aprender que todos los demás libros son inferiores a
ella. Pueden hallar en ella una fuente de misericordia y amor.
El santo y educador Espíritu de Dios está en su Palabra. Una
luz nueva y preciosa, resplandece en cada página. Allí se revela la
verdad, y mientras les habla la voz de Dios, las palabras y las frases
resultan brillantes y apropiadas para la ocasión.
Necesitamos reconocer al Espíritu Santo como nuestro ilumina-
dor. Este Espíritu se deleita en dirigirse a los niños, y en descubrirles
los tesoros y las bellezas de la Palabra. Las promesas hechas por el
gran Maestro cautivarán los sentidos y animarán el alma del niño
con un poder espiritual divino. Crecerá en su mente receptiva una
familiaridad con las cosas divinas, que será una barricada contra las
tentaciones del enemigo.