Página 133 - La Educaci

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La obra que debe hacerse por nuestros hijos
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Enseñadles en lenguaje sencillo que deben obedecer a sus padres,
y dar su corazón a Dios. Jesucristo los aguarda para aceptarlos y
bendecirlos, si tan sólo quieren venir a él y pedirle que perdone
todas sus transgresiones y les quite sus pecados. Y cuando ellos se
lo piden, deben creer que él lo hace.
Dios quiere que todo niño de tierna edad sea su hijo, adoptado
en su familia. Por muy jóvenes que sean, pueden ser miembros de
la familia de la fe, y tener una experiencia muy preciosa. Pueden
tener corazones tiernos, y dispuestos a recibir impresiones duraderas.
Pueden sentir sus corazones atraídos en confianza y amor hacia Jesús,
y vivir para el Salvador. Cristo hará de ellos pequeños misioneros.
Toda la corriente de sus pensamientos puede cambiarse, de manera
que el pecado aparezca, no como cosa que se pueda disfrutar, sino a
la cual hay que rehuir y odiar.
Los niños pequeños, como también los que tienen algo más de
edad, recibirán beneficios de estas instrucciones; y al simplificar
así el plan de salvación, los maestros gozarán de tan grandes ben-
diciones como las que reciben sus educandos. El Santo Espíritu de
Dios grabará las lecciones en las mentes receptivas de los niños,
para que puedan comprender las ideas de la verdad bíblica en su
sencillez. Y el Señor les dará experiencia en las cosas misioneras;
les sugerirá pensamientos que ni siquiera tienen los maestros. Los
niños debidamente instruidos serán testigos de la verdad.
Los maestros nerviosos y que se irritan fácilmente no deben
encargarse de los jóvenes. Deben amar a los niños porque son los
miembros más jóvenes de la familia del Señor. El Señor les pregun-
tará a los padres: “¿Dónde está el rebaño que te fué dado, la grey de
tu gloria?”
Jeremías 13:20
.
Al educar a los niños y a los jóvenes, los maestros no deben
permitir que una palabra o ademán airado mancille su obra, porque al
hacerlo imbuirían a los estudiantes del mismo espíritu que los posee.
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El Señor quiere que nuestras escuelas primarias, tanto como las de
los alumnos de más edad, sean de tal carácter que los ángeles de Dios
puedan andar por las aulas y contemplar, en el orden y principio
del gobierno, el orden y el gobierno del cielo. Muchos piensan
que es imposible conseguirlo; pero cada escuela debe comenzar
con esto, y trabajar con todo fervor para conservar el espíritu de
Cristo en el genio, en las comunicaciones y en las instrucciones,