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La Educación Cristiana
tados de nuestras labores; porque contemplaremos, reunidos en el
alfolí celestial, a aquellos por quienes hemos trabajado y orado. Así
entraremos en el gozo de nuestro Señor, cuando “del trabajo de su
alma verá y será saciado”.
Isaías 53:11
.—
Special Testimonies on
Education, 67-72
.
Con frecuencia le parece a la madre que su trabajo es un servicio
sin importancia, una obra que rara vez se aprecia; y que los demás
saben muy poco de sus muchas cuitas y ocupaciones. Si bien sus
días están ocupados con una larga lista de pequeños deberes, todos
los cuales exigen esfuerzos pacientes, dominio propio, tacto, sabi-
duría y amor abnegado, ella no puede jactarse de haber realizado
algo grande. Tan sólo ha logrado que las cosas del hogar marchen
suavemente. A menudo cansada y perpleja, ha procurado hablar bon-
dadosamente a los niños, mantenerlos ocupados y felices, guiando
sus piecitos en la buena senda. Y le parece que no logró nada. Pero
no es así. Los ángeles celestiales observan a la madre agobiada, y
toman nota de la carga que lleva día tras día. Tal vez su nombre
no haya sido oído en el mundo, pero está escrito en el libro de la
vida del Cordero.—
Consejos para los Maestros Padres y Alumnos,
132-136
.
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