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¿Qué deben leer nuestros hijos?
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Los lectores de cuentos frívolos y excitantes se incapacitan para
los deberes de la vida práctica. Viven en un mundo irreal. He obser-
vado a niños a quienes se había permitido hacer una práctica de la
lectura de tales historias. En su casa o fuera de ella, estaban agitados,
sumidos en sueños y no eran capaces de conversar sino sobre los
asuntos más comunes. La conversación y el pensamiento religiosos
eran completamente ajenos a su mente. Al cultivar el apetito por
las historias sensacionales, se pervirtió el gusto mental, y la mente
no queda satisfecha a menos que se la alimente con este alimento
malsano. No puedo pensar en un nombre más adecuado para los que
se dedican a tales lecturas que el de ebrios mentales. Los hábitos
intemperantes en la lectura tienen sobre el cerebro el mismo efecto
que los hábitos intemperantes en el comer y beber tienen sobre el
cuerpo.
Los que practican el hábito de leer rápidamente una historia
excitante están simplemente invalidando su fuerza mental y descali-
ficando su mente para la reflexión e investigación vigorosa. Algunos
jóvenes, y aun algunos de edad madura, se han visto aquejados de
parálisis sin otra causa que el exceso de lectura. La fuerza nerviosa
del cerebro ha estado constantemente excitada, hasta que la máquina
delicada se gastó y rehusó funcionar. Alguna parte de la delicada
maquinaria cedió y el resultado fué la parálisis.
Hay hombres y mujeres ya en el ocaso de la vida, que nunca
se han recobrado de los efectos de la intemperancia en la lectura.
El hábito adquirido en los primeros años creció con su desarrollo
y se fortaleció a medida que crecían. Sus esfuerzos resueltos para
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vencer el pecado que cometían al abusar del intelecto, tuvieron éxito
parcial; pero nunca recobraron el pleno vigor de la mente que Dios
les había concedido.
Los autores incrédulos
Otra fuente de peligro contra la cual debemos precavernos cons-
tantemente es la lectura de autores incrédulos. Sus obras están inspi-
radas por el enemigo de la verdad y nadie puede leerlas sin poner en
peligro su alma. Es verdad que algunos afectados por ellas pueden
recobrarse finalmente; pero todos los que se someten a su mala
influencia se colocan sobre el terreno de Satanás y él saca el mejor