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La Educación Cristiana
valiosos conocimientos en la mente, a que lo bueno ocupe su alma,
controle sus facultades, no dejando lugar para pensamientos bajos y
degradantes. Reprimid el deseo de leer cosas que no proporcionan
buen alimento a la mente. El dinero gastado en revistas de cuentos
puede parecer poco, pero es demasiado para lo que ofrece, tantas
cosas que extravían y da tan poco bien en recompensa. Los que están
en el servicio de Dios no deben gastar tiempo ni dinero en lecturas
sin provecho.
Lecturas inútiles
El mundo está inundado de libros que sería mejor destinar al
fuego que a la circulación. Sería mejor que nunca leyesen los jóvenes
los libros que tratan temas sensacionales, publicados y puestos en
circulación para ganar dinero. Hay una fascinación satánica en tales
libros. El relato desconsolador de crímenes y atrocidades tiene sobre
muchos un poder hechizador que los excita a buscar lo que pueden
realizar para hacerse notar, aun mediante los actos más perniciosos.
Las enormidades, las crueldades y las prácticas licenciosas descriptas
en algunos de los escritos estrictamente históricos, han actuado como
levadura en las mentes de muchos, induciéndolos a cometer actos
similares.
Los libros que delinean las prácticas satánicas de los seres hu-
manos, dan publicidad al mal. Esos horribles detalles no necesitan
reverse, y nadie que crea la verdad para este tiempo debe tener parte
en perpetuar su recuerdo. Cuando el intelecto se alimenta y esti-
mula con estos alimentos depravados, los pensamientos se vuelven
impuros y sensuales.
Hay otra clase de libros—historias de amor y cuentos frívolos y
excitantes—que son una maldición para todos aquellos que los leen,
aun cuando el autor les añada una buena moraleja. Con frecuencia
se entretejen declaraciones religiosas en estos libros; pero en la
mayoría de los casos Satanás está vestido como ángel para engañar
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y seducir a los incautos. La práctica de leer cuentos es uno de los
medios empleados por Satanás para destruir almas. Produce una
excitación falsa y malsana, afiebra la imaginación, incapacita a la
mente para ser útil y la descalifica para cualquier esfuerzo espiritual.
Aleja el alma de la oración y del amor a las cosas espirituales.