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Capítulo 24—La cooperación entre el hogar y la
escuela
En la escuela del hogar es donde nuestros niños han de prepararse
para asistir a la escuela de la iglesia. Los padres deben recordar esto
constantemente y, como maestros del hogar, deben consagrar a Dios
toda facultad de su ser, a fin de que puedan desempeñar su alta y
santa misión. La instrucción diligente y fiel que se dé en el hogar
es la mejor preparación que los niños puedan recibir para la vida
escolar. Los padres prudentes ayudarán a sus hijos a comprender
que tanto en la vida escolar como en el hogar, han de esforzarse por
agradar, y honrar a Dios.
A fin de proteger a sus hijos contra las influencias contaminado-
ras, los padres deben instruirlos en los principios de la pureza. Los
niños que en el hogar adquieren hábitos de obediencia y de dominio
propio, tendrán poca dificultad en su vida escolar, y escaparán a mu-
chas de las tentaciones que asedian a los jóvenes. Los padres deben
enseñar a sus hijos a ser fieles a Dios en todas las circunstancias y
lugares. Deben rodearlos de influencias que tenderán a fortalecer el
carácter. Con una educación tal, los niños, cuando vayan a la escuela,
no serán causa de perturbación y ansiedad. Apoyarán a sus maestros
y serán un ejemplo y estímulo para sus condiscípulos.
Lo que debe ser el maestro
Debe manifestarse gran cuidado en la elección del maestro para
los niños. Los maestros de escuela deben ser hombres y mujeres que
tengan una humilde opinión de sí mismos, que no estén llenos de
vano engreimiento. Deben ser obreros fieles, llenos del verdadero
espíritu misionero, obreros que han aprendido a poner su confianza
en Dios y a trabajar en su nombre. Deben poseer los atributos del
carácter de Cristo: la paciencia, la bondad, la misericordia y el amor;
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y en su vida diaria deben manifestar la justicia y la paz del Salvador.
Entonces, trabajando con influencia fragante, darán evidencia de lo
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