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El valor del estudio de la Biblia
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los cuales se ha de hacer la obra. Emplead vuestro tiempo y talentos
en su servicio, y él no dejará de cooperar con vuestros esfuerzos.
Si el agricultor deja de arar y sembrar, Dios no obrará un milagro
para contrarrestar las consecuencias de su descuido. El tiempo de
la cosecha halla a su campo sin fruto: no hay gavillas que recoger,
no hay grano que almacenar. Dios suministró la semilla, el suelo, el
sol y la lluvia; y si el agricultor hubiese empleado los medios que
estaban a su alcance, habría recibido según su siembra y trabajo.
Existen grandes leyes que gobiernan el mundo de la naturale-
za, y las cosas espirituales son dirigidas por principios igualmente
positivos; si se quiere obtener los resultados deseados, es necesario
emplear los medios para lograr un fin. Los que no hacen esfuerzos
decididos, no están trabajando en armonía con las leyes de Dios. No
están haciendo uso de los medios provistos por el Padre celestial y
no pueden esperar otra cosa que ínfimas retribuciones. El Espíritu
Santo no obligará a los hombres a seguir un curso de acción deter-
minado. Somos agentes morales libres, y cuando se nos ha dado
evidencia suficiente acerca de nuestro deber, a nosotros nos toca
decidir nuestra conducta.
A vosotros que esperáis indolentemente que Dios obre algún
milagro maravilloso para ilustrar al mundo respecto a la verdad,
quisiera preguntaros si habéis empleado los medios que Dios ha
provisto para el adelanto de su causa. Vosotros que oráis por luz y
verdad celestiales, ¿habéis estudiado las Escrituras? ¿Habéis desea-
do la leche pura de la Palabra para que crezcáis por ella? ¿Os habéis
sometido al mandato revelado? “Harás” y “no harás”, son requeri-
mientos claros; no hay sitio para la ociosidad en la vida cristiana.
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Vosotros que lamentáis vuestra pobreza espiritual, ¿tratáis de co-
nocer y hacer la voluntad de Dios? ¿Estáis procurando entrar por
la puerta estrecha? Hay trabajo, importante trabajo, que hacer para
el Maestro. Los males condenados en la Palabra de Dios deben ser
vencidos. Tenéis que batallar individualmente contra el mundo, la
carne y el diablo. La Palabra de Dios es llamada “la espada del
Espíritu”, y vosotros debéis haceros hábiles en su manejo, a fin de
abriros paso a través de las huestes de la oposición y de las tinieblas.
Apartaos de las compañías perjudiciales. Calculad el precio de
seguir a Jesús y hacedlo con el decidido propósito de purificaros de
toda inmundicia de la carne y del espíritu. La vida eterna vale todo