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La Educación Cristiana
lo que poseéis y sois, y Jesús ha dicho: “Cualquiera de vosotros que
no renuncia a todas las cosas que posee, no puede ser mi discípulo”.
Aquel que no hace nada, sino solamente espera ser compelido por
algún instrumento sobrenatural, seguirá esperando en el letargo y
la oscuridad. Dios ha dado su Palabra. Dios habla a vuestra alma
en lenguaje inconfundible. ¿No basta la palabra de su boca para
mostraros vuestro deber e impulsaros a cumplirlo?
Los que humilde y piadosamente escudriñan las Escrituras para
conocer y hacer la voluntad de Dios, no dudarán de sus obligaciones
hacia Dios. Porque “el que quisiere hacer su voluntad, conocerá de la
doctrina”. Si queréis conocer el misterio de la piedad, debéis seguir
la sencilla palabra de verdad, haya o no sentimiento o emoción. La
obediencia debe basarse en principios, y lo recto ha de seguirse bajo
todas las circunstancias. Este es el carácter elegido por Dios para
salvación. La prueba de un cristiano genuino se da en la Palabra
de Dios. Jesús dice: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”.
“El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me
ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y
me manifestaré a él. ... El que me ama, mi palabra guardará; y mi
Padre le amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que
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no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no
es mía, sino del Padre que me envió”.
He ahí las condiciones de acuerdo con las cuales toda alma será
elegida para vida eterna. Vuestra obediencia a los mandamientos
de Dios evidenciará vuestro derecho a una herencia con los santos
en la luz. Dios ha escogido cierta excelencia de carácter y todo
aquel que, por la gracia de Cristo, alcance la norma por él requerida,
tendrá amplia entrada en el reino de gloria. Todo aquel que quiera
alcanzar esta norma de carácter tendrá que hacer uso de los medios
que Dios ha provisto para dicho fin. Si queréis heredar el reposo
perdurable prometido a los hijos de Dios, tendréis que llegar a ser
colaboradores de Dios. Sois elegidos para llevar el yugo de Cristo,
vale decir, llevar su carga, cargar su cruz. Tenéis que ser diligentes en
“hacer firme vuestra vocación y elección”. Escudriñad las Escrituras
y veréis que no se elige a ningún hijo o hija de Adán para que sea
salvo si desobedece a la ley de Dios. El mundo invalida la ley de
Dios; empero los cristianos son elegidos para santificación mediante