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La Educación Cristiana
mismos a la fuente para que seáis totalmente refrigerados, para que
Jesús sea en vosotros una fuente de agua que brote para vida eterna.
Solamente la verdad y la religión de la Biblia soportarán la prueba
del juicio. No tenemos que pervertir la Palabra de Dios para acomo-
darla a nuestra conveniencia e intereses mundanos, sino preguntar
sinceramente: “¿Qué quieres que haga?” “No sois vuestros, ... com-
prados sois por precio”. ¡Y qué precio! No “con cosas corruptibles,
como oro o plata; sino con la sangre preciosa de Cristo”. Cuando
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el hombre se perdió, el Hijo de Dios dijo: Yo lo redimiré; yo seré
su fiador y sustituto. Dejó a un lado sus vestiduras reales, cubrió
su divinidad con la humanidad y descendió del trono real, a fin de
poder llegar hasta el fondo mismo de la miseria y tentación huma-
nas, levantar nuestra naturaleza caída y hacer posible que nosotros
seamos victoriosos, hijos de Dios, herederos del reino eterno. ¿Per-
mitiremos, entonces, que consideración terrenal alguna nos desvíe
de la senda de la verdad? ¿No discutiremos toda doctrina y teoría y
la someteremos a la prueba de la Palabra de Dios?
No debiéramos permitir que ningún argumento humano nos
desvíe de una investigación cabal de la verdad bíblica. Las opiniones
y costumbres de los hombres no han de ser recibidas romo si tuviesen
autoridad divina. Dios ha revelado en su Palabra en qué consiste
todo el deber del hombre, y nosotros no hemos de dejarnos apartar
de la gran norma de justicia. El envió a su Hijo Unigénito para que
fuese nuestro ejemplo, y nos invita a oírle y seguirle. No debemos
apartarnos de la verdad según está en Jesús porque grandes hombres
que profesan ser buenos, pongan ciertas ideas por encima de las
sencillas declaraciones de la Palabra de Dios.
La obra de Cristo es atraer a los hombres de lo falso y espurio a
lo verdadero y genuino. “El que me sigue, no andará en tinieblas,
mas tendrá la lumbre de la vida”. No existe peligro de caer en el
error mientras seguimos las pisadas de la “Luz del mundo”. Hemos
de hacer las obras de Cristo. Hemos de ocupar el corazón y el alma
en su servicio; hemos de escudriñar la Palabra de vida y presentarla
a otros. Debemos educar a la gente de modo que se dé cuenta de la
importancia de su enseñanza y del peligro de desviarse de sus claras
órdenes.
Los judíos fueron inducidos al error, llevados a la ruina y al
rechazo del Señor de gloria, porque ignoraban las Escrituras y el