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Capítulo 32—La Biblia en nuestros colegios
No es prudente enviar a nuestros jóvenes a universidades donde
dediquen su tiempo a obtener un conocimiento del griego y del latín,
en tanto que su cabeza y corazón se llenan de los sentimientos de
autores incrédulos, a los que tienen que estudiar a fin de dominar
dichos idiomas. Obtienen un conocimiento que no es del todo nece-
sario o no está en armonía con las lecciones del gran Maestro. Por lo
general, los que se educan de esta manera tienen un gran concepto de
sí mismos. Creen haber alcanzado el pináculo de la educación supe-
rior y se conducen orgullosamente como si ya no tuvieran nada más
que aprender. Están arruinados para el servicio de Dios. El tiempo,
los recursos y el estudio que muchos han dedicado al logro de una
educación comparativamente inútil, debieran haberlos empleado en
conseguir una educación que los hiciera hombres y mujeres cabales
e idóneos para la vida práctica. Una educación tal habría sido del
más alto valor para ellos.
¿Qué llevan consigo los estudiantes cuando dejan nuestros cole-
gios? ¿Adónde van? ¿Qué van a hacer? ¿Tienen el saber que ha de
habilitarlos para enseñar a otros? ¿Han sido educados para ser padres
y madres sabios? ¿Pueden ponerse a la cabeza de una familia como
instructores entendidos? En su vida doméstica, ¿pueden enseñar de
tal modo a sus hijos que sea la suya una familia a la cual Dios pueda
contemplar complacido por cuanto es un símbolo de la familia de
los cielos? ¿Han recibido la única educación que puede, en verdad,
ser llamada “educación superior”?
¿Qué es la educación superior? Ninguna puede ser llamada así a
menos que lleve la semejanza del cielo, a menos que encamine a los
jóvenes de ambos sexos a ser semejantes a Cristo, y los habilite para
ponerse a la cabeza de sus familias, en lugar de Dios. Si, durante
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su vida escolar, un joven ha dejado de adquirir un conocimiento
del griego o del latín y los sentimientos contenidos en las obras
de autores incrédulos, no ha sufrido mucha pérdida. Si Jesucristo
hubiera considerado esencial esta clase de educación, ¿no la hubiera
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