Página 223 - La Educaci

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La Biblia en nuestros colegios
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dado a sus discípulos a quienes estaba educando para que hiciesen
la obra más grande que jamás se haya encargado a los mortales,
la de representarlo ante el mundo? Empero, en lugar de ella, puso
la verdad sagrada en sus manos para que la diesen al mundo en su
sencillez.
A veces son necesarios los eruditos en griego y latín. Alguien ha
de estudiar estos idiomas. Eso está bien. Pero no todos, ni tampoco
muchos, deben estudiarlos. Los que creen que el conocimiento del
griego y el latín es esencial para una educación superior, no pueden
ver muy lejos. Ni tampoco es necesario un conocimiento de los
misterios de aquello que los hombres y el mundo llaman ciencia,
para entrar en el reino de Dios. Satanás es el que llena la mente de
sofismas y tradición, que excluyen la verdadera educación superior
y perecerán con el estudiante.
Aquellos que han adquirido una falsa educación no miran hacia
el cielo. No pueden ver a Aquel que es la verdadera Luz “que alum-
bra a todo hombre que viene a este mundo”. Miran las realidades
eternas como fantasmas, y llaman a un átomo un mundo y a un mun-
do un átomo. Acerca de muchos de los que han adquirido la llamada
educación superior, Dios declara: “Pesado has sido en balanza, y
fuiste hallado falto”; falto en el conocimiento de los quehaceres
prácticos; falto en el conocimiento de cómo hacer el mejor uso del
tiempo; falto en el conocimiento de cómo trabajar para Jesús.
La naturaleza práctica de la enseñanza de Aquel que dió su
vida para salvar a los hombres, es una evidencia del valor que ha
conferido a éstos. El dió la única educación que puede ser llamada
educación superior. No despidió a sus discípulos porque no habían
recibido su educación de los maestros paganos e incrédulos. Estos
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discípulos iban a proclamar una verdad que conmovería al mundo,
pero antes de que pudiesen hacerlo, antes de que pudiesen ser la
sal de la tierra, debían aprender nuevas costumbres y desaprender
muchas cosas que les enseñaron los sacerdotes y los rabinos. Y
hoy día, aquellos que quieran representar a Cristo deben aprender
nuevas costumbres. Las teorías que tienen su origen en el mundo
deben ser abandonadas. Las palabras y las obras han de ser según el
modelo divino. No se han de contraer vínculos con los degradantes
principios y sentimientos propios del culto de otros dioses. No puede
obtenerse una educación segura de los que no conocen a Dios ni