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La Educación Cristiana
lo reconocen como la vida y la luz de los hombres. Estos hombres
pertenecen a otro reino. Son gobernados por un príncipe desleal y
confunden fantasmas con realidades.
Nuestros colegios no son lo que debieran ser. El tiempo que
debiera dedicarse a trabajar para Cristo se consume en la contempla-
ción de temas sin valor y en la complacencia propia. La controversia
surge al instante si se hace oposición a las opiniones ya establecidas.
Fué así con los judíos. Con el fin de vindicar opiniones personales y
mezquinos intereses y complacer la ambición mundana, desecharon
al Hijo de Dios. El tiempo pasa. Nos estamos acercando a la gran
crisis de la historia de esta tierra. Si los maestros persisten en cerrar
los ojos a las necesidades del tiempo en que vivimos, deben ser
separados de la obra.
Muchos educadores de escuelas de la actualidad están practican-
do el engaño al guiar a sus alumnos a terrenos de estudio compa-
rativamente inútiles, estudios que exigen tiempo, concentración y
recursos que debieran emplearse en la obtención de aquella educa-
ción superior que Cristo vino a dar. Tomó la forma humana a fin
de que pudiese elevar la mente desde las lecciones que los hombres
consideran esenciales hasta aquellas que entrañan consecuencias
eternas. El vió al mundo envuelto en engaño satánico. Vió a hombres
que seguían fervientemente su propia imaginación, y que creían que
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lo habrían logrado todo si hubieran podido hallar el modo de hacerse
llamar grandes en el mundo. Pero no lograron más que la muerte.
Cristo se situó en los caminos y en las encrucijadas de la tierra y
contempló a los hombres en su ávida busca de felicidad, creídos
que habían descubierto el modo de ser dioses en este mundo con
cada nuevo proyecto que ideaban. Cristo les señaló hacia arriba,
diciéndoles que el único conocimiento verdadero es el conocimiento
de Dios y de Cristo, el cual acarreará paz y dicha en la presente
vida y asegurará el don gratuito de Dios, la vida eterna. Instó a sus
oyentes, como hombres que poseían la facultad de la razón, a que
no dejasen de tomar en cuenta la eternidad. “Buscad primeramente
el reino de Dios y su justicia—dijo—, y todas estas cosas os serán
añadidas”. Sois, desde luego, colaboradores de Dios. Para esto os he
comprado con mis padecimientos, humillación y muerte.
La gran lección que hay que dar a los jóvenes es que, como
adoradores de Dios, han de fomentar los principios bíblicos y poner