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La Biblia en nuestros colegios
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al mundo en segundo lugar. Dios quiere que todos estén instruidos
acerca de cómo hacer las obras de Cristo y entrar por las puertas en la
ciudad celestial. No debemos permitir que el mundo nos convierta a
nosotros. Debemos procurar con el mayor fervor convertir al mundo.
Cristo nos ha otorgado el privilegio y deber de defenderlo bajo todas
las circunstancias. Ruego a los padres que pongan a sus hijos donde
no sean hechizados por una falsa educación. Su única seguridad está
en aprender de Cristo. El es la gran Luz central del mundo. Todas
las demás luces, toda otra sabiduría, son necedad.
Los hombres y las mujeres son la posesión adquirida por la
sangre del Unigénito Hijo de Dios. Son el patrimonio de Cristo,
y su educación y disciplina han de serles dadas, no con relación a
esta vida corta e incierta, sino a la vida inmortal, que se compara
con la vida de Dios. No es su designio que aquellos cuyo servicio
ha adquirido sean enseñados para servir a Mammón, para recibir la
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alabanza o glorificación humanas o para ser servidores del mundo.
“Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la
carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida
en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi
carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él”.
Juan 6:53-56
.
Estas son las condiciones de vida impuestas por el Redentor del
mundo, antes de que se pusiesen los fundamentos de la tierra. ¿Están
los maestros de nuestras escuelas dando de comer el pan de vida
a los alumnos? Muchos de ellos están guiando a sus educandos
por el mismo sendero que ellos han recorrido. Creen que ése es el
único camino bueno. Dan a los alumnos un alimento que no ha de
mantener la vida espiritual sino que causará la muerte de los que
participan de él. Están fascinados por aquello que Dios no exige
conocer.
Los maestros que están tan decididos como lo estaban los sacer-
dotes y príncipes a llevar a sus alumnos por el mismo viejo camino
en que el mundo sigue andando, se internarán en mayores tinieblas
aún. Los que podrían haber sido colaboradores de Cristo y que, sin
embargo, han despreciado a los mensajeros y su mensaje, perderán
su rumbo. Andarán en tinieblas, no sabiendo en qué tropiezan. Los
tales están destinados a caer engañados por los errores de los últi-