La Biblia en nuestros colegios
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a ninguno para saber a quién tiene que enviar: el enviará a quien
quiera. Los hombres podrán no comprender por qué envía Dios a
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éste o aquél. Su obra podrá provocar curiosidad. Dios no satisfará
esta curiosidad, y su Palabra no volverá a él vacía.
Que todos los que crean la Palabra de Dios entren en la obra de
apercibir a un pueblo para estar en pie en el día de la preparación
de Dios. Durante los últimos pocos años se ha hecho una obra
trascendental. Importantes preguntas se han agitado en las mentes de
aquellos que creen la verdad presente. La luz del Sol de Justicia ha
estado brillando por doquier, y ha sido recibida por muchos y seguida
perseverantemente. La obra de las filas de Cristo ha avanzado.
Toda alma que invoca el nombre de Cristo debiera estar pres-
tando servicio. Todos debieran decir: “Heme aquí; envíame a mí”.
Los labios dispuestos a hablar, aunque inmundos, serán tocados con
el ascua encendida y purificados. Serán capacitados para decir pa-
labras que penetrarán hasta el alma. Llegará el momento cuando
los hombres serán llamados a rendir cuenta por las almas a quienes
debieran haber impartido luz, pero que no la han recibido. Los que
han faltado así al cumplimiento de su deber, aquellos a quienes se
les ha dado luz pero que no la acogieron, de modo que no tienen
nada que impartir, se hallan clasificados en los libros del cielo entre
los que están enemistados con Dios, sin sujeción a su voluntad ni
bajo su dirección.
Una influencia cristiana debiera llenar nuestras escuelas, sanato-
rios y casas editoras. Bajo la dirección de Satanás, se están formando
coaliciones, y se seguirán formando para eclipsar la verdad por me-
dio de la influencia humana. Los que se unen a esas coaliciones no
podrán oír jamás el parabién de Cristo: “Bien, buen siervo y fiel; ...
entra en el gozo de tu Señor”. Los medios establecidos por Dios han
de avanzar, sin transigir con la potestad de las tinieblas. Mucho más
se ha de hacer en las filas de Cristo que aún no ha sido hecho.
Todo estudiante debiera fomentar una estricta integridad. Toda
inteligencia debiera tornarse con reverente atención hacia la Palabra
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revelada de Dios. Luz y gracia les serán dadas a aquellos que así obe-
dezcan a Dios. Verán maravillas en la ley divina. Grandes verdades
que no han sido oídas ni contempladas desde el día de Pentecostés
han de resplandecer de la Palabra de Dios en su original pureza.
A aquellos que aman verdaderamente a Dios, el Espíritu Santo les