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La Educación Cristiana
el primer gran maestro, el Unigénito Hijo de Dios, quien estaba
con el Padre desde los siglos eternos. El Hijo de Dios fué el gran
maestro enviado a esta tierra para ser la luz del mundo. “Y aquel
Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros”. El Padre estaba
representado en Cristo; y el cuidado puesto en la educación de los
alumnos debe ser de tal naturaleza que ellos contemplen a Cristo y
crean en él como la Semejanza de Dios. Su misión fué una de las
más maravillosas en este mundo, y su obra no consistió en dar un
relato pleno de sus derechos a la deidad, sino que su humillación
fué el encubrimiento de esos derechos. A esto se debe que la nación
judía no reconociera a Cristo como el Príncipe de la vida; porque
él no vino con ostentación y apariencia, pues ocultó su glorioso
carácter bajo la vestidura de la humanidad.
La familia humana tenía que considerarlo a la luz de las Sagradas
Escrituras que habían de testificar la manera de su venida. Si hubiese
venido desplegando la gloria que tenía con su Padre, entonces su
camino hacia la cruz habría sido estorbado por el propósito de los
hombres, quienes lo habrían tomado por la fuerza y hecho rey. Tenía
que terminar su vida haciendo una solemne oblación de sí mismo.
El símbolo tenía que hallar su realidad en Jesucristo. Toda su vida
fué el prefacio de su muerte en la cruz. Su carácter fué el de una
vida de obediencia a todos los mandamientos de Dios, y tenía que
ser un dechado para todos los hombres de la tierra. Su vida consistió
en vivir la ley en la humanidad. Adán había violado esa ley. Pero
Cristo, mediante su perfecta obediencia a la ley, redimió el fracaso y
la caída ignominiosos de Adán.
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Las profecías tienen que ser estudiadas, y la vida de Cristo com-
parada con los escritos de los profetas. El se identifica con las
profecías declarando reiteradamente: ellos escribieron de mí; ellas
testifican de mí. La Biblia es el único libro que da una descripción
verdadera de Cristo Jesús; y si cada ser humano quisiera estudiarla
como su libro de texto y obedecerla, ningún alma se perdería.
Todos los rayos de luz que brillan en las Escrituras señalan a
Jesucristo y dan testimonio de él, ligando entre sí las escrituras del
Antiguo y del Nuevo Testamento. Se presenta a Cristo como el
autor y consumador de la fe, siendo él mismo aquel en quien están
concentradas las esperanzas de vida eterna de todo ser humano.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo