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La integridad de Daniel probada
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el favor del rey, asegurándose así grandes beneficios intelectuales y
las más halagadoras perspectivas mundanas?
Daniel no vaciló mucho. Se decidió a permanecer firme en su
integridad, fuesen cuales fueren los resultados. “Propuso en su cora-
zón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el
vino de su beber”.
Hoy hay muchos cristianos profesos que afirmarían que Daniel
fué demasiado escrupuloso y lo tildarían de mojigato y fanático.
Consideran el asunto de comer y beber como cosa de poca importan-
cia para requerir una actitud tan decidida que implique el probable
sacrificio de toda ventaja terrenal. Pero los que razonan de esta ma-
nera hallarán en el día del juicio que se han apartado de los expresos
requerimientos de Dios y establecido sus propias opiniones como
norma de lo bueno y de lo malo. Verán que lo que a ellos les parecía
sin importancia no era considerado así por Dios. Sus requerimientos
debieran ser religiosamente obedecidos. Los que aceptan y obede-
cen uno de sus preceptos porque conviene hacerlo así, en tanto que
rechazan otro porque su observancia exigiría sacrificio, rebajan la
norma de lo justo, y por su ejemplo encaminan a otros a considerar
con liviandad la santa ley de Dios. “Así dice Jehová” debe ser nuestra
regla en todas las cosas.
Daniel estuvo sujeto a las más severas tentaciones que puedan
asaltar a los jóvenes de hoy; con todo, fué fiel a la instrucción re-
ligiosa que recibió en la infancia. Estuvo rodeado de influencias
calculadas para trastornar a quienes vacilasen entre los principios
y la inclinación; pero, no obstante, la Palabra de Dios lo presenta
como un personaje intachable. Daniel no osó confiar en su propio
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poder moral. La oración era una necesidad para él. Hizo a Dios su
fortaleza y el temor de Dios estaba de continuo delante de él en
todos los asuntos de su vida.
Daniel poseía el don de la verdadera mansedumbre. Era fiel,
firme y noble. Procuraba vivir en paz con todos, al paso que era
inflexible como el cedro gigantesco siempre que se trataba de princi-
pios. En todo lo que no estuviese en pugna con su lealtad hacia Dios,
era respetuoso y obediente con aquellos que tenían autoridad sobre
él; sin embargo, tenía tan elevado concepto de los derechos de Dios,
que consideraba los requerimientos de los gobernantes terrenales