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Capítulo 38—La salud y la eficiencia
La salud es una bendición inestimable, que está más íntimamente
relacionada con la conciencia y la religión de lo que muchos se dan
cuenta. Tiene mucho que ver con la capacidad de uno para servir,
y debe ser guardada en forma tan sagrada como el carácter; porque
cuanto más perfecta sea la salud, tanto más perfectos serán también
nuestros esfuerzos para hacer progresar la causa de Dios y beneficiar
a la humanidad.
Hay, en nuestras escuelas, una obra importante que hacer en la
enseñanza a los jóvenes de los principios de la reforma pro salud.
Los maestros deben ejercer una influencia reformadora en el comer,
el beber y el vestir, y deben estimular a sus estudiantes a practicar
abnegación y dominio propio. Debe enseñárseles que todas sus
facultades son de Dios; y que él tiene derecho sobre cada una de
ellas; y que al abusar de su salud de cualquier manera que sea,
desprecian una de las bendiciones más selectas de Dios. El Señor
les da salud para que la usen en su servicio, y cuanto mayor sea
su fuerza física, y más intenso su poder de resistencia, tanto más
pueden hacer para el Maestro. En vez de abusar de sus facultades
físicas o recargarlas, deben custodiarlas celosamente para su uso.
La juventud es el tiempo en que se ha de acumular conocimiento
para los ramos que puedan ponerse en práctica diaria durante toda
la vida. La juventud es el tiempo en que se han de adquirir buenos
hábitos, corregir los que son malos, adquirir y retener el dominio
propio, acostumbrarse a ordenar los actos de la vida en armonía con
la voluntad de Dios y el bienestar de los semejantes. La juventud
es el tiempo de siembra que determina la cosecha de esta vida y de
la vida después de la tumba. Los hábitos formados en la infancia
y la juventud, los gustos adquiridos, el dominio propio alcanzado,
habrán de determinar casi seguramente el futuro del hombre o el de
la mujer.
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La importancia de cuidar de la salud se ha de enseñar como
requerimiento bíblico. La obediencia perfecta a las órdenes de Dios
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