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Trabajo y educación
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los, y la tarea de edificar el carácter será diez veces más ardua para
los padres y los niños.
Se ha de hacer que la tierra rinda su productividad; con todo, sin
la bendición de Dios no podría, de suyo, hacer nada. En el principio
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Dios contempló todo lo que había hecho y dijo que era bueno en
gran manera. A consecuencia del pecado la tierra fué maldita. Pero,
¿ha de multiplicarse esta maldición por el aumento del pecado?
La ignorancia está haciendo su obra funesta. Siervos perezosos
están acrecentando el mal a causa de sus hábitos ociosos. Muchos
no están dispuestos a ganarse el pan con el sudor de su frente y
se niegan a cultivar la tierra. Pero la tierra oculta bendiciones en
sus profundidades para los que tienen el valor, la voluntad y la
perseverancia para recoger sus tesoros. Los padres y las madres que
poseen un pedazo de tierra y un hogar cómodo son reyes y reinas.
Muchos agricultores no han obtenido utilidades proporcionadas
de sus tierras debido a que emprendieron ese trabajo como si fuese
una ocupación degradante; no ven que hay en él una bendición para
sí mismos y para sus familias. Todo lo que pueden discernir es un
estigma de servidumbre. Sus huertos son descuidados, las mieses no
se almacenan en el momento debido, y se hace un trabajo superficial
en el cultivo de la tierra. Muchos desatienden sus labranzas por
guardar los días de fiesta y para concurrir a las carreras de caballos
y a los clubs de juego; gastan el dinero en espectáculos, loterías y
holgazanerías; y luego alegan que no pueden obtener dinero para
cultivar la tierra y mejorar sus labranzas; sin embargo, si tuviesen
más dinero, el resultado sería la misma cosa.—
Special Testimonies
on Education, 105 (febrero de 1894)
. Reproducido en
Fundamentals
of Christian Education, 310-327
.
* * * * *
Todos los que están en la escuela de Dios necesitan de una
hora tranquila para la meditación, a solas consigo mismos, con la
naturaleza y con Dios. En ellos tiene que manifestarse una vida que
en nada se armoniza con el mundo, sus costumbres o sus prácticas;
necesitan, pues, experiencia personal para adquirir el conocimiento
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de la voluntad de Dios. Cada uno de nosotros ha de oír la voz de
Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y tranquilos